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EL ORIGEN DEL UNIVERSO DESDE LA BIBLIA Y LA CIENCIA - CONTINUACIÓN

Y Dios sigue obrando...
«Dijo Dios: “Llénense las aguas de seres vivientes...”» (Génesis 1, 20).




Hace unos 3,500 millones de años surge la vida sobre la Tierra en el que células vivas microscópicas comienzan el proceso de evolución, desde seres vivos simples a seres vivos cada vez más complejos. Pero, ¿cómo surgió la vida? O la pregunta más exacta debería ser: ¿Quién unió las piezas adecuadas del primer organismo biológico y le dio la vida?

Ante esta pregunta se nos presentan dos posturas:

1. Se dice y se cree como acto de fe humano que la vida es producto del azar, es decir, que por pura casualidad se mezclaron y se unieron los componentes apropiados que culminaron con el surgimiento de la vida. Ahora bien, esta opinión posee unas dificultades que no se ajusta a unas realidades: a. ¿Cómo surgió la vida a partir de materia muerta? Vamos a suponer que por chiripa se unieron las piezas adecuadas para formar la primera célula o primer organismo biológico, ¿cómo comenzó a vivir?, o mejor dicho, ¿quién le dio ese primer empuje o movimiento de vida? Aquí entramos en un misterio que la ciencia no puede explicar al cien por ciento aunque lo haya intentado de muchas maneras. La materia de por sí es un ser muerto, sin vida, y nadie ni nada puede dar lo que no tiene. b. El otro problema al que se enfrentan los que sostienen que la vida surgió por pura casualidad es el siguiente: Cada ser vivo recibe de su progenitor las características que le distinguen y le hacen funcionar como un ser viviente. Esto gracias a la transmisión genética. Ahora bien, ¿cómo la primera célula viva adquirió su estructura si no la recibió de otro ser vivo? ¿Cómo se formó la primera secuencia genética del primer ser viviente si no existía un modelo previo para ser copiado? ¿Cómo algo tan complejo y perfecto puede surgir de la materia muerta e imperfecta? Nadie ni nada puede dar lo que no tiene.

(Los naturalistas y materialistas lo resuelven añadiendo al proceso de evolución un mecanismo ciego, esteril y sin inteligencia: el azar y la casualidad y, junto con ellos, la selección natural; los que creemos en una intervención sobrenatural sabemos que detrás del proceso de selección natural se encuentra la Divina Providencia que todo lo gobierna y lo dirige hacia un fín).

Este problema es tan complejo y serio que algunos científicos, para no enfrentarse a la realidad lógica de un Creador que existe fuera del espacio y del tiempo, prefieren decir y se inventan que la vida no se originó en la Tierra, sino que vino del espacio, y así, por ejemplo, «la hipótesis de la panspermia, la postura adoptada por Fred Hoyle, nos proporciona otra forma de que seamos nuestros propios dioses. Convencido por la evidencia microscópica de que la vida no se ha podido desarrollar aquí en la Tierra, propone que se formó en otro lugar y por etapas fue llegando hasta acá. Asimismo, convencido de que el ordenamiento del universo manifiesta signos de una tremenda inteligencia, escribe que una inteligencia que “en efecto fue muy grande” participó en el envío aquí de la vida.

»Hoyle habla de “microorganismos y fragmentos genéticos... existentes en el espacio en cantidades prodigiosas e iban a la deriva ante la ligera presión de las estrellas”, hasta que “en la Tierra, al cabo, surgió un ser con una sospecha de su mente de lo que realmente era, un susurro de su identidad: Nosotros somos la inteligencia que nos precedió en su nueva representación material; o, más bien, somos la reaparición de esa inteligencia, la última encarnación de su lucha por la supervivencia”. Así, Hoyle cree que somos nuestro propio creador». (¿Se Puede Probar que Dios Existe? Págs. 271-272).

Y así creen haber solucionado el problema, cuando en realidad lo que han hecho es multiplicar el problema, llenándolo de más misterios y muchas más inquietudes y preguntas que quedarán sin respuesta. Y aunque se descubra formas de vida extraterrestre o planetas con la posibilidad segura de que alberguen formas de vida, ello no recta nada a la verdad bíblica ni de la Iglesia, puesto que esta verdad se fundamenta en un acto de fe religiosa, no científica; y la verdad religiosa o de fe es que, todo cuanto existe (materia y vida) fue creado por la Causa primera: Dios.

2. Por eso, la postura asumida por los teístas (es decir, por los que creemos en Dios y su Divina Providencia) posee una mayor credibilidad y razón de ser que, comparado con estas variadas posturas materialistas y ateas para tratar de explicar y resolver los misterios de los orígenes y perfección del universo y de la vida, puede muy fácilmente soportar cualquier análisis y crítica.

Dios, en su providencia amorosa, después de estar preparando el lugar adecuado y llegado el momento por Él establecido desde la eternidad va uniendo, valiéndose de las mismas leyes por Él establecidas, los componentes necesarios para formar la o las primeras células a las cuales les comunica de Sí mismo la vida (pues él no solamente la posee, sino que él mismo es la Vida). Y como perfecto programador que es, la primera secuencia genética, y con ella el primer empuje evolutivo que culminará en el ser por cuya razón fue creado el mundo visible: el ser humano.

Hago saber que en esta explicación no se niega la evolución (como es el caso del creacionismo de la Tierra Joven y de la Tierra Vieja o del DI --Diseño Inteligente-- que sí la niegan) como mecanismo para la creación de nuevas y más variadas especies, sino el concepto de azar o casualidad por la divina providencia y gobierno de Dios, o la selección natural sin el Creador por esa selección natural pero dirigida por su Diseñador, es decir, se cambia la nada por el Todo, lo bruto por la Inteligencia, lo muerto por la Vida como factor absolutamente fundamental e indispensable en el proceso de evolución. Rechazar o aceptar tal proposición dependerá de muchos factores ya sea de convicción o de conveniencia. Aclaro que esta proposición es por fe, pues la ciencia no puede demostrar por vía experimentar tal acto de fe. Pero si hemos de ser realistas y objetivos quien debe brillar es la Verdad Absoluta.


Y Dios sigue obrando...
«Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todos los seres que viven en el agua y todas las aves...» (Gén. 1, 21). «Dijo Dios: “Produzca la tierra pasto y hierbas que den semilla y árboles frutales que den sobre la tierra fruto con su semilla adentro”»... (Gén. 1, 11). «Dijo Dios: “Produzca la tierra animales vivientes, de diferentes especies, bestias, reptiles y animales salvajes.” Y así fue... Y vio Dios que esto era bueno» (Gén. 1, 24-25).



Dios pudo muy bien haber creado a cada especie directamente. (Y quien lo crea así está en todo su derecho de creerlo, pues para Dios nada es imposible).

Pero yo prefiero ver y entender cómo Dios va llevando, providencial y amorosamente, la creación partiendo de lo imperfecto a lo más perfecto, creando nuevas y variadas especies partiendo de otras, dejando huellas por doquiera, pero a la misma vez de tal manera que el hombre no se sienta coaccionado en su libertad. O sea, el proceso o Teoría de la Evolución nos deja ver (si se estudia, reflexiona y se entiende todos los mecanismos y todas las probabilidades en contra de un orden, es decir, a favor de un caos) la necesidad de que, detrás de tal proceso, tiene que haber una Inteligencia espiritual y eterna; pero a la misma vez Dios obra detrás de dicho evento evolutivo de tal manera que no violenta nuestra libertad. Pues Dios quiere que le conozcamos en verdad y en amor; pero ese conocerle en verdad y, sobre todo, en amor tiene que darse de modo plenamente libre y responsable, con todas las consecuencias que conlleva el aceptar o rechazar la Verdad y el Amor.

Aunque esta última proposición es más teológica, es del todo objetiva y de acuerdo a la realidad si se toma en cuenta todo lo hasta ahora expuesto.


Dios y la ciencia
Para que lo entiendas mejor, veamos el siguiente testimonio de un gran converso y premio Novel de Medicina 1928, Charles Nicolle: Un arquitecto de Ruán, profundamente creyente, le habló de su felicidad interior, de su práctica cristiana y de su fe incondicional en los designios del Creador.

-Te envidio, le decía Charles después de oirle sin cansancio durante horas enteras. Yo todavía no poseo esa fe de la que tú disfrutas. No es fácil arrojar por la borda a los compañeros de toda una vida.

-La fe es un don de Dios, Nicolle, le respondía el arquitecto. Pero a veces quiere y no halla el modo o la forma de confiarla.

-¿Quieres decir que necesita de nuestra colaboración?, replicaba con curiosidad Charles.

-Para Dios el corazón humano, le aclaraba el buen profesional, es un sagrario que no se abre más que por dentro. Hay que dejarle entrar para que tome posesión de él.

-¿Entiende Dios la libertad humana de ese modo tan exquisito?, inquiría Nicolle.

-Asimismo, Nicolle. Nos ha hecho para Sí, pero no nos quiere a la fuerza. Nos ha concedido la libertad y no será Él quien la perturbe. Somos libres para el bien y para el fracaso. Dios es demasiado serio. No cambia caprichosamente sus planes como nosotros.

-Entonces hay que abrirse a Dios, remachaba Charles.

-Efectivamente, decía Maigret. No lo busques tan sólo a través de tus pensamientos o de tu ciencia. Es más fácil hablarle. Contempla con serenidad su obra. Dios actúa y sigue presente en el mundo. ¿Quién piensas que te ha metido tanta inquietud en el corazón? Tu desasosiego tendrá un día su primavera. (Testimonio redactado por: Manuel Díaz Alvarez).

Y en otra parte Charles Nicolle nos asegura que, "Dios ha dejado en sus grandes obras el carácter de su divinidad, y sólo por nuestra cortedad no lo acertamos a descubrir".

Hoy día, en el que el ateísmo, la increencia, el agnosticismo y el materialismo lo acaparan todo, los descubrimientos científicos en los variados campos del saber humano, nos están proporcionando claros y fuertes argumentos a favor de un Creador, Legislador y Gobernador del universo. Es interesante el ver cómo la tortilla del saber se ha volteado a favor del creyente. Desde el siglo XVII hasta principios del XX, el materialismo ateo se valió de los avances y descubrimientos científicos para negar la existencia de Dios; hoy, la ciencia moderna está proveyendo fuertes argumentos que, de un modo racional llevan a la existencia de un Creador; argumentos racionales que ha llevado a una gran cantidad de científicos a admitir y aceptar tal realidad. Entonces, ¿por qué el materialismo y el ateísmo va en aumento? Porque, lamentablemente, la negación de Dios hoy, más que por convicción es por pura conveniencia. Los vicios y placeres del mundo son tan fuerte que ya Dios no es importante.

Ante esta realidad el grande y famoso aviador, el coronel Lindberg, confiesa lo siguiente en un artículo que da la vuelta al mundo: "Yo he visto cómo la ciencia que siempre he admirado y la aviación que siempre he adorado con todo mi corazón, están a punto de destruir la civilización... Ahora comprendo que la verdad espiritual es más necesaria aún a una nación que el hormigón que sostiene los muros de las ciudades. Es necesario que aprendamos a aplicar las verdades de Dios a los actos humanos y a la orientación de nuestras ciencias".

El astrónomo Jastrow en su libro "Los Astrónomos y Dios" dice: «Hoy los astrónomos hemos logrado descubrir el origen del Cosmos; y al descubrir el origen del cosmos hemos confirmado la fe de los creyentes en Dios Creador.» (Para Salvarte. P Jorge Loring).

Y continua diciendo en otra parte: «Para el científico que ha vivido con su fe en el poder de la razón, la historia acaba como una pesadilla. Ha escalado las montañas de la ignorancia, está a un tris de conquistar el pico más alto y cuando logra trepar por la roca final se encuentra con una cuadrilla de teólogos que llevan siglos allí sentados.» (Se puede probar que Dios Existe. Fred Heeren).

Y es que los argumentos a favor de que el universo no es eterno sino que tuvo un principio, son tantos y tan sólidos que «el premio Novel de Física Alfredo Kastler declaraba...: “La idea de que el mundo, el universo material, se ha creado él mismo, me parece absurda. Yo no concibo el mundo sino con un Creador, por consiguiente, Dios. Para un físico, un sólo átomo es tan complicado, supone tal inteligencia, que un universo materialista, carece de sentido.”» (Para Salvarte. P. Jorge Loring, S.I.).

Para que lo podamos entender mejor, veamos lo siguiente. En una entrevista hecha al Padre Manuel Carreira, S.J., y Doctor en Física, dice: «Hay datos que conviene mencionar, porque frecuentemente no se conocen, aunque es la ciencia la que nos da razones para encontrar relaciones profundas. ¿Por qué es el universo como es y no de otra manera? ¿Con tanta masa y no más o menos? ¿Por qué la fuerza electromagnética es 137 veces más débil que la fuerza nuclear? ¿Por qué hay dos tipos de cargas eléctricas? ¿Por qué el protón, con carga eléctrica positiva, pesa 1836 veces más que el electrón con carga negativa de igual valor? Estas preguntas las hacen los físicos y para encontrar una respuesta calculan qué consecuencias tendría el cambiar tales números. Supongamos que el electrón en lugar de ser 1836 veces más ligero que el protón fuese 2000 veces. Se calculan las consecuencias: no podría haber bioquímica adecuada para la vida inteligente. Si en el universo hubiese 10 veces más masa de la que hay, no podría haber vida inteligente. Si no hubiese dos maneras distintas de relacionarse las cargas eléctricas, sino una, no podría haber vida inteligente. Una y otra vez cuando se busca una explicación de por qué el universo es como es, se llega a la conclusión de que si fuese un poco distinto no podría haber vida inteligente. Esto no lo han dicho teólogos o filósofos: son cálculos hechos por científicos.

Termina entonces la ciencia diciendo: parece que el universo tiene una cantidad de propiedades que no tienen otra justificación sino aceptar que el universo está ajustado con toda precisión para que funcione de tal modo que pueda haber vida inteligente.» («Es deber del creyente ensanchar la razón» Por José Antonio Benito).

Y para ampliar estas evidencias científicas, escuchemos al siguiente autor (Rice Broocks):

“Una de las más asombrosas piezas de la evidencia de la existencia de Dios es el ajuste fino del universo. Este se refiere a la increíble calibración de un vasto número de variables que tuvieron que tener valores precisos para dejar margen a un universo donde se dé la vida, tal como el nuestro...

»Entre estos valores se encuentran las fortalezas de las fuerzas fundamentales de la gravedad, la fuerza nuclear fuerte (la cual integra el núcleo), la fuerza nuclear débil (la cual gobierna la radiación), y la fuerza electromagnética (la cual gobierna la atracción de las cargas opuestas). Otras cantidades oscilan de la carga de un electrón a la tasa de expansión del universo. Algunos valores deben establecerse dentro de tasas modestamente ajustadas. Por ejemplo, si la masa del neutrón fuera 0.1% más cuantiosa, el universo no tendría los suficientes elementos pesados esenciales para la vida, o incluso si fuera 0.1% menos masiva, todas las estrellas colapsarían en hoyos negros. De igual manera, si una fuerza nuclear fuerte fuera 2% más débil o 0.3% más fuerte, al universo le faltarían las cantidades suficientes de elementos esenciales” (“Dios no está muerto”).

Ante todos estos datos de científicos viene a relucir la siguiente pregunta: Entonces, ¿por qué hay científicos ateos? «Como escribía un sorprendente convertido al que hoy no parece que sea de buen tono citar, el escritor Dino Segre, más conocido por Pitigrilli: “La ciencia es tan sólo un espejo que refleja la fe o el ateísmo que recibe.” Refleja, pues, lo que se quiere que diga, porque, como atestiguaba Pitigrilli después de su conversión, “aferrado como estaba yo a mis ideas, a mí convicción de la incompatibilidad entre la ciencia y la fe, iba buscando constantemente evidencias que me lo confirmaran. El hombre incluso el que lleva la bata blanca del científico que, para los ingenuos, es un sacerdote del saber, un maestro de ecuánime objetividad, no analiza la realidad para construir sobre ella una opinión, sino que la manipula, la moldea y la encaja hasta hacerla entrar en su idea preconcebida.”» (Algunas Razones para Creer. Pág. 259).

En cuanto a la fe puesta en la evolución debemos tener en cuenta que para Dios no existen límites en su modo de obrar. El problema estriba en que se utilice como argumento para negar a Dios y con ello manipular los datos de tal manera para crear confusión en las mentes ingenuas e ignorantes. El que apoya su fe en la interpretación literal de los orígenes, tal y como está descrita en los primeros dos capítulos del Génesis, se encontrará con grandes y graves dificultades ante las verdades científicas que podrían llevarlo a dudar o cerrarse a los datos ciertos de la ciencia. (Como por ejemplo me aconteció a mí, con una compañera de trabajo de una iglesia fundamentalista, la cual en una ocasión me dijo: «Gerardo, yo no puedo creer que sea la Tierra la que le da la vuelta al Sol. La Biblia dice que Josué mandó detener el Sol, y éste se detuvo. Por lo tanto, yo creo lo que dice la Biblia.» ¿Y qué es lo que dice la Biblia: «que el Sol detuvo su marcha por casi un día» (Josué 10, 12-14), nada más. Inferir de este dato bíblico que el Sol le da la vuelta a la Tierra, es reducir la Palabra de Dios a simple enseñanza científica y humana, cosa que la Biblia jamás pretende enseñar.)

Para quien utiliza la teoría de la evolución para justificar su ateísmo enfrentando dichos datos científicos contra la Biblia, está construyendo su fe atea sobre la arena de la ignorancia y del prejuicio.

Con razón «el cardenal arzobispo de Bolonia Giacomo Biffi (dijo): “Es completamente irrelevante agotar la cuestión de si el hombre desciende o no del mono; si la vida orgánica surge o no a partir de la materia inorgánica u otras cosas por el estilo. Estos son problemas de naturaleza científica y son de gran interés para biólogos, paleontólogos, astrofísicos o cualesquiera otros cultivadores de muy atractivas disciplinas. Pero no son problemas que interesen al hombre en cuanto a tal. Cualesquiera que sean los procesos acaecidos en mi prehistoria, lo que a mí me importa es saber si han sido casuales o queridos, frutos de ciegas coincidencias o de un proyecto. Ésta es la única cuestión que llena mi vida en cuanto persona humana, pues la elección entre las dos hipótesis tiene consecuencias determinantes para mí.” ¿Está claro?» (Algunas Razones para Creer. Pág. 279).

«En realidad, desde hace tiempo es evidente que la fe bíblica en el Dios creador y la hipótesis evolucionista correctamente entendida no están ni mucho menos en oposición. La fe no debería encontrar ninguna dificultad en aceptar que Dios haya decidido crear el universo dando a la materia leyes internas que la llevaran a una perfección cada vez mayor. Algo así como el software, el «programa» que el propio Dios habría introducido en el inmenso ordenador creado por Él y por tanto, preparado por Él en sus sucesivas etapas. Por lo demás, el descubrimiento del ADN parece ir precisamente en la dirección de un «programa» de evolución y desarrollo previsto por un Gran Programador». (Algunas Razones para Creer. Pág. 279).

Y Dios concluye su obra de creación.
«Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que mande a los peces del mar y a las aves del cielo, a las bestias, a las fieras salvajes y a los reptiles que se arrastran por el suelo.” Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. Macho y hembra los creó.

Dios los bendijo diciéndoles: “Sean fecundo y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla...” Y así fue. Vio Dios que todo cuanto había hecho era muy bueno».
(Gen. 1, 26-31).

Por fin llegamos al momento culmen del por qué y el propósito de la Creación. La construcción de este bello Hogar no podía quedar sin alguien que, dándose cuenta de sí mismo y del entorno que le rodea, fuera capaz de contemplar y disfrutar de cuanto para él había sido creado.

Después de unos 3,500 millones de años desde la creación del primer ser vivo, y de un largo proceso de evolución guiado y gobernado por la Divina Providencia, tú y yo, hombres y mujeres que hemos sido creados por amor estamos llamados a vivir en el amor, viendo en la grandeza y hermosura de la creación a Aquel que Es y que desea manifestarse a nuestras vidas en y por amor. Nos toca elegir, pues, entre Él, la Eterna Sabiduría o el Azar, la tosca y burda necedad nacida de la mente de quienes prefieren la Nada; ser ellos absolutamente nada contra el Absoluto, el que lo es Todo, todo el bien y perfección que se pueda pensar. Nos toca elegir.

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