LA CIENCIA, VEHÍCULO DEL CONOCIMIENTO HUMANO

La ciencia, un oasis de conocimiento del mundo natural mediante el cual se revela la grandeza y bondad de su Creador.

CIENCIA, ATEÍSMO Y FE

Por Gerardo Cartagena Crespo



I. El origen del universo desde la ciencia

A. Textos bíblicos

1. «Mi mano puso los cimientos de la tierra y mi derecha estiró los cielos» -Isaías 48, 13-.

2. «He colocado mis palabras en tu boca y te he escondido bajo mi mano cuando estiraba los cielos y echaba los cimientos de la tierra» -Isaías 51, 16-.

3. «Él hizo la tierra con su poder, afirmó el mundo con su sabiduría y con su inteligencia extendió los cielos» -Jeremías 51, 15-.


Nota. Como ya he mencionado en otros artículos relacionados, pero aquí lo repito para quienes aún no lo han leído, el propósito de este artículo no es convencer a los que no quieren creer, pues para quien no quiere ni le interesa creer en Dios no existe argumento que lo convenza por más evidente que éste sea. Como me dijo un ateo: "Gerardo, yo no creo en Dios; y si Jesucristo se apareciera ahora mismo lo rechazaría y despreciaría"; y otro: "yo soy así, y ni Dios me puede cambiar". Luego no es posible ni existe argumento para este tipo de increencia. Lo que he de presentar aquí es para que el creyente católico conozca y entienda que la fe no es algo que se fundamenta en el vacío, ni se apoya en cuentos de hadas (como acusan y juzgan los no creyentes), sino que, a pesar de la parte oscura de la fe (pues si ésta fuese evidente como se evidencia en un laboratorio y que los no creyentes exigen que así debería ser, ya NO sería fe ni sería meritoria) ésta también se apoya en la razón aunque iluminada por la gracia. Por eso, por vía de razón, tanto en filosofía como en teología se puede indagar en aquello que la ciencia no puede acceder pues no forma parte de su campo de estudio. Y por eso este articulo va dirigido prioritariamente a los creyentes que quieran dar respuestas racionales de su fe para quienes se la pidan o a quienes pretendan que el cristianismo se basa en fábulas y mitos.


B. La teoría del "Big-Bang". (La teoría del "Gran Bum" o explosión inicial del universo).




1. Definición

La teoría del Big Bang enseña que el origen del universo parte o se inicia en una gran explosión (o mejor dicho expansión, pues se piensa que no fue propiamente una explosión) que llevó a toda la materia del universo a expandirse, a estirarse, a extenderse.

La materia, la energía, el tiempo y el espacio estaban comprimidos en un estado muchísimo más pequeño que un neutrón, o mejor conocido como singularidad. Un estado infinitamente pequeño, infinitamente caliente e infinitamente curvo, donde, incluso las cuatro fuerzas de la naturaleza, eran básicamente una sola cosa.

(El llamado "infinito" aquí no debe tomarse en sentido estricto o propio de la palabra, sino en sentido relativo: tamaño y temperatura indefinido. Para que entendamos el sentido propio de infinito, si la materia hubiese estado en esa forma infinita de modo absoluto, jamás el universo hubiese podido salir de ese estado, o simplemente no existiría puesto que el infinito niega la existencia de un principio o un fin, luego no puede existir. De ello ampliaremos más adelante.)

Y en una billonésima de segundo después de la "Gran Explosión" sale el universo disparado con toda la materia hoy existente.

2. Primeros pasos.

a. La teoría de la relatividad de Einstein revelaba que el universo estaba en expansión.

b. Las observaciones astronómicas realizadas por Edwin Hubble demostraron (por el corrimiento hacia el rojo en el espectro) que las galaxias estaban alejándose, por lo que daban la impresión de una expansión. Pero, ¿en qué consistía esa expansión? ¿cómo se producía?

c. «Ocurrió que el hombre que unió la relatividad de Einstein con los corrimientos al rojo de las espirales no fue un eminente teórico ni un hábil observador, sino un obscuro (desconocido) sacerdote y matemático belga llamado Georges Lemaître. Hijo de un vidriero de Lovaina y la hija de un cervecero, a los nueve años Lemaître decidió ser científico y clérigo. “No hay ningún conflicto entre la ciencia y la religión”, le gustaba decir.

»Durante un viaje se enteró de los corrimientos al rojo…, y a su retorno a Bruselas escribió, en 1927, un profético artículo donde desarrollaba una superestructura matemática que vinculaba los corrimientos al rojo observados con el universo en expansión de la relatividad general" (Timothy Ferris "La Aventura del Universo").

Es así como este sacerdote católico desarrolla una hipótesis que más tarde será conocida como la Teoría del Big Bang.

3. El Big Bang y la creación del universo a partir de la nada.

Según la teoría, ésta daba a entender que el universo, al fin y al cabo, tuvo un comienzo, un inicio por el que se vislumbraba y se podía establecer la posibilidad de un Creador.

Esta idea no fue del agrado de muchos científicos e intelectuales de la época, por lo que se dedicaron a buscarle tropiezos y escollos a la nueva teoría. Y así, vinieron a la "existencia" nuevas teorías con las que se pretendía explicar las razones del Big Bang.

a. Teorías sustitutas

1) Universo estacionario: Dice que el universo es eterno e inmóvil, y la materia se crea ella misma, por lo que no hace falta un creador.

Esta teoría era la que estaba en boga antes de la aparición del Big Bang. Luego continuó siendo defendida por algunos científicos e intelectuales por mucho tiempo más. Hoy está, desde la ciencia, totalmente abandonada.

2) Universos múltiples: Dice que nuestro universo es como una inmensa burbuja. Una más entre una cantidad infinita de otros universos burbujas. Sólo se basa en opiniones. No existe base ni evidencia científica para demostrarlo.

3) Universos paralelos: Es la más fantasiosa de todas. Defiende la existencia infinita de universos en el mismo plano espacial de nuestro universo, pero en otras dimensiones igualmente en cantidad infinita. También se basa en opiniones puesto que tampoco existen evidencias científicas.

4) Universo cíclico: Esta teoría pretende explicar el origen y continuidad del Big Bang, no como un acontecimiento aislado y único, sino como un evento que se repite.

Defiende que el universo ha pasado por un periodo infinito de expansión y contracción. En esta línea existen teorías que son enseñadas y defendidas por algunos científicos con algunas variantes como la teoría del "Big Crunch" o la del "Big Baunce".

Esta teoría es la que más adeptos o simpatizantes ateos y materialistas posee, puesto que explicaría el origen continuo del universo sin necesidad de un Creador.

b. Todas estas teorías, o mejor dicho opiniones, pretenden dar una explicación materialista (es decir, sin Dios) del origen del universo.

Analizadas en profundidad y con toda la objetividad posible y según las evidencias actuales proporcionadas por los hallazgos científicos, la realidad es que ninguna de ellas merece el rango de teoría, ni tan siquiera hipótesis, sino opiniones científicas pues carecen de pruebas y evidencias que las respalden.

Así pues, la teoría del "Big Bang", tal y como la evidencia hallada nos la presenta, predica un principio no eterno de la materia, es decir, que ésta tuvo un principio, un origen de la nada, por lo que necesita de un Creador para existir.

c. Como ya mencioné, la teoría que más ha dado batalla contra la idea de creación de la materia, ha sido la teoría de un universo cíclico. Para demostrar la falsedad o veracidad de esta teoría hay que tener en cuenta dos cosas: si el universo es abierto o cerrado.

1) Universo cerrado

Para que el universo sea cerrado se requiere que la cantidad de materia existente sea lo suficientemente elevada como para frenar la expansión (por la fuerza de gravedad) del universo, y así producir una contracción. Así, el universo y toda la materia en él contenida se contrae comprimiéndose hasta el punto de singularidad inicial, para luego volver a surgir en otro Big Bang e iniciar de nuevo otra expansión.

Pero si la cantidad de materia está por debajo de la mínima necesaria para producir un freno y una contracción, el universo continuará expandiéndose indefinidamente hasta su total desaparición. Entonces tenemos un...

2) Universo abierto.

Para la década de 1990 se pensaba y se creía que en el universo había suficiente materia oscura para frenar la expanción del universo, por lo que muchos investigadores entendían que, según sus observaciones, el universo estaba desacelerando para luego de decenas de miles de millones de años después comenzar la contracción, que culminaría en un colapso que llevaría al universo al estado de singularidad inicial, para luego reiniciar otro Big Bang.

Según esta teoría el universo ha pasado por una serie infinita de big bangs, y continuará así por toda la eternidad.

Pero sucede que se ha descubierto recientemente que las galaxias no solamente no están desacelerando, sino que, a parte de que se están alejando, también su velocidad de escape está en aumento.

Desde finales de la década de 1990 se ha descubierto y se habla de una "energía oscura" que está provocando dicho efecto de aceleración, por lo que ante estas evidencias se ha concluido que estamos en un universo abierto.

Conclusión. Todos los datos o argumentos convergentes y convincentes expresados y expuestos aquí apuntan a lo siguiente:

1. Desde la ciencia. Primero, la ciencia moderna apunta a que el universo tuvo un principio, un origen y que algún día llegará a su fin; segundo, toda la evidencia apunta a que el universo ha atravesado por un sólo y único Big Bang y no habrá otro; terceroque este universo surgió con unas probabilidades astronómicamente altas en contra e imposible que se hubiese dado y evolucionado por sí mismo (entiendase por el puro azar y la casualidad) en la dirección que tomó: hacia la vida y, sobre todo, hacia la inteligencia superior o alta inteligencia.

2. Desde la filosofía. Primero, siendo que, la nada es un ser de razón que no existe en la realidad física ni espiritual (sólo en la mente pensante) y que indica y define lo que no es; que de este ser de razón no puede salir nada, por lo que lo que no existe nada puede hacer para existir; segundo, siendo que, el concepto de eterno indica un estado en el que el tiempo y el espacio no existen, es decir una actualidad, un hoy y ahora sin principio y sin fin simultáneamente, es absolutamente imposible que un ente físico (o cualquier ser contingente) lo pueda abarcar; tercero, siendo que, lo infinito implica un principio sin principio o un fin sin fin, es decir que el principio y el final no existen, luego es absolutamente imposible que un ente contingente exista sin principio, sin origen, por consiguiente al faltarle el fundamento de su origen no puede existir tal ente; cuarto, si el universo, según la ciencia, tuvo un inicio, un comienzo en el tiempo y tendrá un final, según estas verdades, ese inicio, ese comienzo tiene su origen desde el no ser al ser; quinto, siendo que, lo que no existe no puede darse él mismo el ser por el simple hecho de no existir...; sexto, la verdad conforme a esta realidad es que, el universo con todo lo que contiene debió haber sido creado por Alguien cuyo poder creador tiene que ser infinito, y cuya existencia debe ser eterna (es decir, se da a sí mismo la existencia -aseidad- fuera del tiempo y del espacio); y que con infinita y eterna sabiduría y providencia ha dirigido y llevado la evolución del universo a lo que es hoy; séptimo, ese Ser por el hecho de ser eterno en existencia e infinito en poder no puede estar regido por el tiempo ni el espacio, luego es un Ser que existe fuera de esta dimensión física o material donde, en su misma naturaleza y de modo absoluto, la contingencia de cualquier orden no se da (su ubicuidad -lugar- y su durabilidad -eternidad- se la da él mismo, y son una con él por ser de su misma naturaleza).

3. Desde la teología. Ese Alguien cuyo poder es infinito y de existencia eterna y que creó del no ser al ser todo cuanto existe, los cristianos, judíos y musulmanes llamamos Dios. Luego Dios sí existe y es real; tan real como que la Tierra le da la vuelta al Sol, incluso más real que la realidad que vivimos.

Nota. Es bueno saber y tener muy en cuenta que tanto la filosofía como la teología son dos ciencias (modos del conocimiento humano) que se complementan de tal manera que nos ayudan a acceder a las realidades divinas. Mientras que la filosofía parte de las realidades y verdades de la naturaleza para acceder a Dios (es decir, que con argumentos convergentes y convincentes se puede llegar, por vía de razón, a la existencia de un Creador), la teología estudia, explica y hace comprensible a la mente humana las realidades divinas (es decir, la teología no está para demostrar la existencia de Dios, puesto que ya la admite, sino para ayudar a la inteligencia humana a entender al modo humano la naturaleza de Dios y su Divina Revelación).


Los librepensadores




Aquí quiero dejar establecido un principio fundamental a la hora de saber quienes son los que están más abiertos a la verdad y realidad de las cosas. 

Los ateos, agnósticos y demás incrédulos se las dan de librepensadores, pero la realidad es que, si analizamos bien las cosas veremos y nos daremos cuenta que los verdaderos y auténticos librepensadores somos los creyentes. ¿Por qué? Veamos: Ante un acontecimiento milagroso (que no es fundamento de nuestra fe) el creyente, sobre todo el católico, no está obligado a creer en ello (como las apariciones de la Virgen; los milagros eucarísticos; los milagros de sanación física, etc). Son hechos que el católico no está obligado a creer para mantenerse en comunión con la Iglesia, por muy fuerte que sea la prueba o evidencia a favor del acontecimiento milagroso. Son actos de la Divina Bondad para fortalecer la fe y ser signos visibles razonables de veracidad en respaldo de la fe de la Iglesia ante el mundo. Son como un llamado amoroso (de tal manera que no violentan la voluntad y libertad humana) para quienes aún no están encerrados en su soberbia, puedan dirigir su mirada y corazón a Aquel que les busca y les llama.

«El incrédulo, por el contrario, se ve obligado a negar continuamente la posibilidad de estos signos, continuamente y de todas las maneras posibles, bajo pena de perder su religión o tener que renegar de ella, pues es sabido que el ateísmo no es otra cosa que una religión, similar a las demás, pero bastante más exigente y apremiante que cualquier otra. ¿Con qué libertad puede cuestionar el Misterio quien ha fundado su vida y su pensamiento sobre la «apuesta» de que no existe nada misterioso? ¿Hasta qué punto es libre, frente a hechos inexplicables, aquel que siga el principio por el que “todo, en la historia de los hombres, debe tener una explicación humana”?» (El Gran Milagro. Por: Vittorio Messori. Pág. 40).

Ante esta realidad Gilbert Keith Chesterton decía: «Un creyente es un hombre que admite un milagro si se ve obligado por la evidencia. En cambio, un no creyente es alguien que ni siquiera acepta discutir de milagros, porque le obliga a ello la doctrina que profesa y a la que no puede contradecir» (El Gran Milagro. Por: Vittorio Messori. Pág. 36).

»Cualquier «incrédulo» será siempre prisionero de su armazón ideológico; de la necesidad, vital para él, de negar; del ansia de encontrar sea como sea «explicaciones racionales» que le tranquilicen. ¿Qué sucedería, pues, con sus esquemas de «Razón» (con mayúscula, por supuesto), si se viese obligado a admitir «algo» que pusiera esos esquemas en crisis e incluso los trastocara? ¿No tendría que admitir que estaba completamente equivocado y verse forzado a abrirse a una dimensión que hasta entonces había rechazado de manera tajante?» (El Gran Milagro. Por: Vittorio Messori. Pág. 36).

Al contrario, el cristiano, sobre todo el católico, al estar libre de ese armazón limitante está en la mejor posición, después de analizar y estudiar bien los hechos de creer con mayor seguridad en el acontecimiento o, si le parece que la evidencia no es lo suficientemente clara y fuerte, poder rechazarlo.

Para una muestra de esto, veamos lo siguiente. En Lourdes, «un santuario que no sólo es uno de los más visitados del mundo, con sus cinco millones de peregrinos al año, sino que también es el único en que funciona una «oficina médica» que desde hace más de un siglo somete a examen las curaciones declaradas por los médicos “inexplicables desde el punto de vista científico”.

Es un examen tan lleno de rigor que de los miles de informes conservados en los archivos de esa oficina médica tan sólo sesenta y seis casos han sido los que las autoridades eclesiásticas han reconocido como «milagrosos», como atribuidos a la intervención directa de Dios, por intercesión de La que allí se presentara como la Inmaculada Concepción» (El Gran Milagro. Por: Vittorio Messori. Pág. 41).

Este dato es bien importante y significativo como testimonio de que la Iglesia Católica no toma las cosas a la ligera, y sí va en serio cuando de investigar se trata en todo aquello que le compete. El hecho de que las autoridades eclesiásticas pertinentes hayan reconocido tan sólo 66 casos como milagrosos, de entre miles de casos, es signo claro y evidente de la seriedad y responsabilidad de cómo la Iglesia trabaja y, además, no imponiendo al creyente la veracidad de tales acontecimientos, sino dejándole en la libertad de aceptarlos o rechazarlos. Pero, claro, en el orden a la fe rechazar tales sucesos es como rechazar, en el orden físico, que la Tierra es la que da la vuelta al Sol.

Entonces, ¿qué es lo que lleva a las autoridades eclesiásticas a asumir un veredicto a favor de unos cuantos casos, rechazando otros miles de casos que, según dicha oficina médica --en la que también trabajan profesionales de otras religiones e incluso ateos--, son científica y médicamente inexplicables?

Algo que debemos tener muy en cuenta es que la ciencia no puede declarar abiertamente que tal fenómeno es de origen sobrenatural o divino, ya que su objeto son los entes y fenómenos físicos, no espirituales por la imposibilidad absoluta de ser estudiados experimentalmente. Pero sus conclusiones --cuando admite que tal fenómeno es científicamente inexplicable-- sirven de argumentos convergentes y convincentes para ayudar a la Iglesia a tomar una decisión sobre la autenticidad del acontecimiento.

Es de suma importancia tener muy en cuenta que, un científico creyente ante un evento milagroso donde a las claras se ve que es de intervención divina, como creyente podrá admitir tal intervención sobrenatural, pero cuando habla como científico debe limitarse a decir que tal fenómeno es científicamente inexplicable.

El creyente que es sincero y culto puede con toda y plena libertad aceptar dicho acontecimiento o rechazarlo en caso de que las evidencias no le resulten convincentes, y ello no le afecta en nada su fe en Dios, en la Iglesia, Jesucristo y la verdad de los Evangelios. Claro, dicha libertad se refiere tanto a revelaciones privadas y a hechos milagrosos acontecidos después de que culminara la revelación pública con el último de los Apóstoles de Jesús.

Pero ¿podrá hacer lo mismo un incrédulo, un ateo? ¿Uno que se las da de librepensador, de estar libre de las ataduras de la religión y las supersticiones, como él mismo asegura? ¿Quién es realmente el verdadero librepensador?

Donde único un creyente no es ni puede ser librepensador es en los fundamentos esenciales que dan sentido y razón a su fe, en lo que cree, en lo que confía y está completamente seguro ser cierto. Si digo que creo en Dios, esta fe no se puede limitar a un creer meramente humano (que puede fallar), sino que creo por absoluto convencimiento y vivencia de dicha verdad: Dios existe y es real.

Tan real como que sería para mí más fácil negar que la Tierra le da la vuelta al Sol antes que negar la existencia de Dios, o aún más, es más fácil negar la realidad que vivo ahora antes que negar la realidad eterna de Dios. Pues la existencia misma de Dios es el fundamento y la razón de mi fe. Con sólo admitir la posibilidad de que Dios no pueda existir, es destruir los fundamentos esenciales de la fe y rebajarla a una fe puramente humana. Se pierde entonces la razón del porqué creo y no tendría sentido admitir que creo en Dios cuando dejo, voluntariamente, una ventana abierta a la duda de su existencia.

(De aquí el empeño y la violencia de los ateos e incrédulos que, en las universidades --y otros centros de formación y medios de información-- su esfuerzo de oscurecer y sembrar dudas en el creyente. Él sabe que, aunque no logre llevar a su oyente a un ateísmo teórico --que sería lo ideal--, sabe que la duda y la incertidumbre va debilitando la fe hasta tal punto de convertirlo en un ateo práctico --cree en Dios pero vive como si no existiera-- o irreligioso --que no practica ninguna religión-- o supersticioso --que mezcla la fe con creencias supersticiosas de toda clase--).

Esto en orden a la existencia de Dios en cuanto teísta. En cuanto creyente católico ocurre lo mismo con relación a las verdades fundamentales de la fe católica, es decir, lo que Jesucristo nos ha revelado por el Espíritu Santo y que la Iglesia nos enseña como dogmas de fe, por lo que todo católico debe creer si quiere mantener su fe en orden a la fe divina, o exponerse (si niega o pone en duda una o más de dichas verdades) a rebajarla al orden puramente de fe humana incurriendo en herejía. Por eso, es muy importante que el creyente esté bien claro y completamente seguro en lo que cree. Pero esta claridad y seguridad se logra con oración y estudios

Verdades que nos deben llevar a vivir y dar testimonio de la verdad de Dios, Jesucristo y su Iglesia ante el mundo.

Ahora bien, vuelvo a repetir, ante un acontecimiento milagroso el ateo, ¿podrá admitir la remota posibilidad de la existencia de un ser que esté fuera de toda imperfección física o material y aun del tiempo (movimiento, cambio...) y del espacio (lugar, dimensiones...)?

Aunque los agnósticos admiten dicha posibilidad, no es suficiente el admitirla y quedarse indiferente ante tal posibilidad, puesto que si Dios existe le obliga su condición de criatura el por lo menos invocarle para pedir le ilumine, y arranque de su mente y corazón cualquier impedimento que le incapacite el poder reconocerle en las cosas y experiencias aun sencillas de la vida.

Ahora bien, quiero aclarar una cosa, y es que para el creyente el aceptar o rechazar un acontecimiento que demuestre a todas luces su procedencia sobrenatural, lo lógico y razonable es admitir dicho acontecimiento como un acto de la divina Misericordia que quiere darnos un motivo, ante las debilidades de nuestra naturaleza siempre inclinada a lo puramente material, de que nuestra fe no está fundada en un vacío, sobre un abismo que tarde o temprano puede derrumbarse y caer. Lo ideal es creer con todas las fuerzas de nuestro entendimiento y corazón sin necesidad de ver absolutamente nada, pero para llegar a eso hay que amar a Dios, como dice la Biblia, con toda nuestra mente, con todas nuestras fuerzas, con todo nuestro corazón, con todo nuestro ser. Es un desprendimiento total de sí mismo y de las criaturas para volverse uno completa y absolutamente a Dios.

Por eso la Iglesia venera y nos pone a los santos como modelos y ejemplos a imitar y seguir, para el perfecto cumplimiento de Jesucristo y su Evangelio. Pero como el creyente promedio lamentablemente no llega a tanto en muchas ocasiones de la vida (pruebas de todas clases, ataques contra la fe, dudas e incertidumbres...), necesita esa ayuda que la divina Bondad provee para reafirmar y fortalecer más la fe. Por eso los milagros y eventos sobrenaturales que la Iglesia confirma como tales son un indicio seguro de la verdad que ella predica para bien y salvación de sus hijos.

El creyente ante tales acontecimientos no puede ser como el deísta, que admite la existencia de un ser divino, pero incapaz de revelarse a sus criaturas. Es el dios que crea y deja la creación al garete, a lo como salga. Un dios que no le importa ni le interesa para nada su creación. Si ese dios es el Dios en el que nosotros creemos, pobre de nosotros. Además, no tiene sentido tal actitud tan de humano que de divino; tan imperfecto y tan contradictorio de lo que debe ser Dios. Ese dios, por lo tanto, no existe. Para el creyente, Dios, por ser el que es, por ser el amor mismo se revela y se da a conocer.

Es lógico que si Dios existe y crea una criatura capaz de conocer y conocerse a sí mismo; de amarse y amar todo cuanto existe fuera de él, sobre todo a su semejante; y capaz de conocer verdades que sobrepasan las realidades físicas o materiales: aquello que trasciende la materia a lo espiritual y sobrenatural; es lógico, vuelvo y repito, que tal Dios se manifieste y se revele a dicha criatura para que le reconozca como su Creador, Señor y Conservador. Si Dios existe como el Amor (y todas las perfecciones que podamos concebir en Él en grado infinito y eterno), es lógico y razonable, para bien de su criatura (puesto que por algo y para algo la creó), el irse revelando, aunque poco a poco, tal y como Él es. Si Él es el amor, su manifestación y revelación es un llamado al amor para que su criatura, capaz de conocerle, también le pueda amar. Pero para que el amor por parte de la criatura sea perfecto, debe ser un acto libre de la voluntad ya que el verdadero amor no se impone ni violenta esa voluntad, sino que se ofrece, se entrega, se da... De esta manera llegamos a entender lo que es y significa la Divina Revelación tal y como nos lo enseña la Iglesia. (Ver Catecismo de la Iglesia Católica #50ss).

«Mediante la razón natural, el hombre puede conocer a Dios con certeza a partir de sus obras. Pero existe otro orden de conocimiento que el hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus propias fuerzas, el de la Revelación divina. Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se da al hombre. Lo hace revelando su misterio, su designio benevolente que estableció desde la eternidad en Cristo en favor de todos los hombres. Revela plenamente su designio enviando a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y al Espíritu Santo» --C.I.C. #50--.


Lo absurdo del ateísmo




El ateísmo es absurdo porque pretende dar como cierto la existencia de las cosas sin necesidad de un Creador. Para el ateo la materia y todo cuanto existe es fruto del azar, de la casualidad (dos conceptos puramente filosóficos con los que se pretende rellenar las lagunas que la ciencia no puede explicar; los tapa agujeros de los cientificistas y naturalistas). O simplemente que ésta se va creando sola.

Los defensores del azar pretenden que lo imperfecto dé origen a lo perfecto; que lo estático sea principio del movimiento; que lo muerto dé origen a la vida; que lo bruto dé capacidad de pensamiento, raciocinio e inteligencia; que lo inconsciente crea la consciencia.

Las posibilidades de que lo imperfecto llegue por sí mismo a lo perfecto, es completamente nulo y ridículo. La parte no puede ser mayor que el todo. Si tengo un dólar, y me piden dos, lamentablemente sólo puedo dar un dólar.

La perfección del universo, el surgimiento de la vida y la aparición de un ser racional y consciente de sí mismo como fruto de la casualidad es un absurdo que cualquier inteligencia, sin prejuicios y sin intereses personales, que reflexione seriamente en ello, se dará cuenta de lo inconsistente y desastroso que sería el gobierno del ciego azar en el desarrollo evolutivo del universo.

Ahora bien, si ese proceso evolutivo es regido no por el puro azar y la casualidad, sino por una Inteligencia eterna e infinita, el orden y perfección del universo tiene sentido y razón de ser. Como ves, no es negar la evolución como mecanismo natural del desarrollo de la materia y de la vida, sino aquel elemento ciego y estéril (el azar) que no explica el perfecto orden del universo y que de modo anticientífico es utilizado para explicar lo que la ciencia no puede explicar.

Si un hombre va a construir una casa, lógicamente tiene en su mente cómo la va a hacer. Primero hará unas mediciones del terreno para calcular el tamaño más adecuado de la residencia; hará unos planos que le ayudarán con las medidas y forma deseada.

Preparará el terreno para la construcción de la casa y adquirirá los materiales adecuados para realizar correctamente la obra comenzando desde la base con unos buenos y sólidos cimientos. Se irá utilizando y acomodando los materiales requeridos en cada etapa y parte de la construcción.

La madera donde sea requerida ya para andamios, ya para los moldes de las columnas y vigas; la varilla preparada y colocada en el lugar correspondiente y apropiado; la mezcla apropiada de arena, piedra y cemento; los bloques para las divisiones; la tubería, panel de distribución y cajas para la instalación eléctrica; la tubería propia para el servicio del agua potable y la del desagüe, etc. Todo lo necesario y esencial para que la casa quede hermosa y cómoda para vivir en ella.

Pero supongamos que esta persona cree que el ciego azar es la mejor manera de hacer las cosas por lo que quiere hacer su casa utilizando el principio de la casualidad, ¿cuál será el resultado?

Supongamos, pues, que tomara cualquier material que tenga a la mano y lo vaya tirando en el terreno, si alguno, hasta completar el proceso, ¿qué tendríamos entonces? Una montaña de escombros.

La formación del universo por el ciego azar sería, si alguno, la dispersión de escombros sin ningún objetivo ni propósito. El resultado: nada de estrellas, nada de galaxias, nada de planeta Tierra y nada de vida.

Según la Teoría Cosmológica del origen del Cosmos antes del Big Bang la materia, la energía, el tiempo y el espacio y las cuatro fuerzas de la naturaleza eran una sola cosa (de ahí su singularidad).

Ahora bien, según la teoría de Howking (uno de los más grandes físicos y cosmólogos modernos) antes del Big Bang no existía el tiempo; luego el sentido común, la lógica y la razón nos dista que, si no existe el tiempo, no existe absolutamente nada (según la interpretación de Howking) que diera origen e inicio al universo; luego si no existe nada antes del tiempo, Dios tampoco puede existir (lo que Howking ignora o pretende ignorar es que Dios está fuera de este mundo físico; Dios es atemporal, fuera del tiempo y no sometido a ninguna ley temporal o metafísica). Luego el sentido común, la lógica y la razón nos señala que, de no existir una causa que diera origen e inicio al tiempo (concepto intelectual o ser de razón que indica duración y movimiento) y que diera origen a este universo y pusiera en marcha al universo, éste no debería existir hoy. Si hoy existe el universo es porque existe una Causa infinita y eterna (no sujeta ni influenciada por el tiempo ni el espacio; en absoluto fuera de toda influencia temporal) que dio origen y movimiento a todo lo que existe y que antes no podía existir por sí mismo. Después del Big Bang todo queda liberado. Pero reflexionemos, ¿por qué cuatro fuerzas y no dos o tres o una? ¿Por qué la materia se individualiza en diversas partículas tan esenciales para la formación y desarrollo del universo y no permaneció en su estado original? ¿Por que los diversos tipos de quarks, las partículas más elementales, adquieren una naturaleza que les permite unirse en trío para formar los protones y neutrones? ¿Por qué en trío y no en dos o en diez? o, hablando de azar, ¿por qué no de forma variable y fortuita, al azar, donde unos protones o neutrones, por ejemplo se formen de dos quarks, otros de tres y otros de cinco?... Es así porque el orden y perfección del universo se rige por unas leyes. ¿Y quién estableció esas leyes? ¿El universo se la dio a sí mismo? Cómo, si el universo no es conciente de sí ni se da cuenta de su existencia.

El ciego azar es lo bruto pretendiendo dar inteligencia; el desorden pretendiendo organizar; lo absolutamente imperfecto pretendiendo perfeccionar; la muerte pretendiendo dar vida; la nada pretendiendo dar el ser.

Los defensores del ciego e inconsciente azar pretenden que el frío absoluto caliente y dé calor a la compleja y perfecta obra de la creación.

Si el azar es el mecanismo no científico que utilizan los naturalistas para tratar de explicar lo que la ciencia es incapaz de explicar, más que científico es un concepto filosóficamente equivocado del pensamiento humano cuyo objetivo es evitar a como dé lugar la idea de un Creador, Conservador y Guía del universo.

Toda nuestra vida con toda su experiencia es un claro testimonio de cómo podemos llegar a conclusiones más o menos ciertas, de cosas y acontecimientos sin tener que recurrir al azar o casualidad para explicarlas. Aun aquellos eventos y acontecimientos a los cuales nos referimos como “pura casualidad", si analizamos y reflexionamos bien en ellos lo menos que tienen es de ser casualidad.

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¡Católico! Conozca y aprenda a defender su fe con el P. Luis Toro y el Padre Raúl Sánchez

1. El Padre Luis Toro es un excelente apologista y conferenciante que, en sus múltiples debates con pastores de congregaciones protestantes, ha sabido exponer con claridad y fundamentos bíblicos todas las preguntas y objeciones que le han presentado. Más las diversas conferencias son una excelente fuente de formación y conocimiento bíblico que ningún católico (ni apologista católico) no debe desaprovechar.

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Entre sus vídeos hallamos:

  • Debates contra pastores protestantes
  • pentecostales
  • Adventistas
  • Testigos de Jehová

  • Conferencias diversos temas
  • Eucaristía
  • Confesión
  • Virgen María
  • Imágenes, idolatría
  • Otros

  • Testimonios de conversión a la fe católica

  • Homilías (diversos temas)

2. El Padre Raúl Sánchez es un sacerdote colombiano que defiende la fe católica desde la historia (cuando se refiere al protestantismo), mas sus vídeos incluyen gran variedad de temas de actualidad (como por ejemplo los escándalos en la Iglesia). Aunque sus vídeos tienen una duración de entre 5 minutos en adelante, son precisos y concisos.

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3. Para formación católica desde la Biblia y los Padres de la Iglesia:

Ver: Apologética Católica

4. Para temas variados de formación: Filosofía, Teología, Biblia, Historia:

Ver: Apología 2.1

5. Padre Jorge Loring. Apologista y gran divulgador de la fe católica. Su libro más importante "Para Salvarte" contiene cientos de temas y esta traducido a varias lenguas:

Ver: libros (pueden ser descargados)

Ver: Vídeos (diversos temas)


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