BREVE CURSO DE ASTRONOMÍA DESDE LA FE
Gerardo Cartagena Crespo
La ciencia de la Astronomía, junto con la de Geología y la Biología, en mi opinión, son de las ciencias naturales más bellas e interesantes que el ser humano pueda estudiar. Conocer desde la perspectiva científica y cristiana el origen del universo, de la Tierra y de la vida es una grande y emocionante aventura y un gran reto para el creyente de hoy. Y como muy bien aconsejó un obispo a un sacerdote, director espiritual del gran converso Alexis Carrel, premio Nobel de Medicina: “Ojalá todos nuestros católicos, aquellos que van a misa dominicalmente, saliesen de nuestros templos con el ánimo contemplativo y místico de Alexis”. Y es que, observar el cielo y sus maravillas, y estudiar y conocer su Historia desde su origen hasta la actualidad es verdaderamente emocionante y reconfortante para el espíritu abierto a la verdad.
En este trabajo viajaremos por el tiempo, desde los orígenes, y veremos cómo se armonizan fe y razón, y Biblia y ciencia se llevan muy bien de la mano. También veremos que la Teoría de la Evolución no es un obstáculo para admitir la existencia de un Creador; al contrario, ante las enormes probabilidades de caos que la envuelve, si le eliminamos el azar y la casualidad como mecanismos reguladores, y vemos y estudiamos la selección natural (fuerza operante intrínseco en la Evolución) como el mecanismo por el que la Divina Providencia guía y gobierna la naturaleza, podremos conocer y entender el por qué la materia muerta engendra vida, y esta vida culmina en la alta inteligencia.
El primer capítulo del Génesis nos servirá de marco para descubrir cómo Dios actúa y sigue actuando en la magna obra de la creación.
Nota. Como ya he mencionado en otros artículos relacionados, pero aquí lo repito para quienes aún no lo han leído, el propósito de este artículo no es convencer a los que no quieren creer, pues para quien no quiere ni le interesa creer en Dios no existe argumento que lo convenza por más evidente que éste sea. Como me dijo un ateo: "Gerardo, yo no creo en Dios; y si Jesucristo se apareciera ahora mismo lo rechazaría y despreciaría"; y otro: "yo soy así, y ni Dios me puede cambiar". Luego no es posible ni existe argumento para este tipo de increencia. Lo que he de presentar aquí es para que el creyente católico conozca y entienda que la fe no es algo que se fundamenta en el vacío, ni se apoya en cuentos de hadas (como acusan y juzgan los no creyentes), sino que, a pesar de la parte oscura de la fe (pues si ésta fuese evidente como se evidencia en un laboratorio y que los no creyentes exigen que así debería ser, ya NO sería fe ni sería meritoria) ésta también se apoya en la razón aunque iluminada por la gracia. Por eso, por vía de razón, tanto en filosofía como en teología se puede indagar en aquello que la ciencia no puede acceder pues no forma parte de su campo de estudio. Y por eso este articulo va dirigido prioritariamente a los creyentes que quieran dar respuestas racionales de su fe para quienes se la pidan o a quienes pretendan que el cristianismo se basa en fábulas y mitos.
Nota. Como ya he mencionado en otros artículos relacionados, pero aquí lo repito para quienes aún no lo han leído, el propósito de este artículo no es convencer a los que no quieren creer, pues para quien no quiere ni le interesa creer en Dios no existe argumento que lo convenza por más evidente que éste sea. Como me dijo un ateo: "Gerardo, yo no creo en Dios; y si Jesucristo se apareciera ahora mismo lo rechazaría y despreciaría"; y otro: "yo soy así, y ni Dios me puede cambiar". Luego no es posible ni existe argumento para este tipo de increencia. Lo que he de presentar aquí es para que el creyente católico conozca y entienda que la fe no es algo que se fundamenta en el vacío, ni se apoya en cuentos de hadas (como acusan y juzgan los no creyentes), sino que, a pesar de la parte oscura de la fe (pues si ésta fuese evidente como se evidencia en un laboratorio y que los no creyentes exigen que así debería ser, ya NO sería fe ni sería meritoria) ésta también se apoya en la razón aunque iluminada por la gracia. Por eso, por vía de razón, tanto en filosofía como en teología se puede indagar en aquello que la ciencia no puede acceder pues no forma parte de su campo de estudio. Y por eso este articulo va dirigido prioritariamente a los creyentes que quieran dar respuestas racionales de su fe para quienes se la pidan o a quienes pretendan que el cristianismo se basa en fábulas y mitos.
“Al principio Dios creó el cielo y la tierra.
La tierra estaba desierta y sin nada,
y las tinieblas cubrían los abismos
mientras el espíritu de Dios
aleteaba sobre la superficie de las aguas”
Génesis 1, 1-2
¡Gracias, Señor, porque no quisiste guardarte exclusivamente para Ti, sino que, en un acto de amor te has querido dar a conocer a través de tu creación!
Siendo, pues, que el Ser Absoluto no es el dios de los deístas (ni mucho menos el dios de los panteístas), ese dios que crea y se olvida de su creación; ese dios absurdo que después de haber dado el ser a los entes físicos los abandona y les da las "espaldas" para nunca más acordarse de ellos. No. El Dios en el que creemos y que se nos ha revelado es el Dios Providente; el Dios que con amoroso cuidado vela de sus criaturas. Sí. Ese Dios incomprendido y rechazado hoy no se ha quedado con los "brazos" cruzados, y en un acto de su Voluntad -«¡Quiero!»- da a la materia creada e inmóvil el movimiento inicial.
Las leyes por Él establecidas realizarán y llevarán a cabo el propósito para lo cual fueron creadas: el trabajo de construcción y organización del universo con vista a preparar el lugar adecuado para la criatura predilecta del Amor: el hombre y la mujer.
Quiero hacer ver y que se entienda como parte de un estudio cosmológico junto a los datos ciertos de la fe, que la idea de evolución no es negada y que corre a la par con la idea de creación. La diferencia fundamental estriba en que, mientras para los evolucionistas naturalistas o materialistas la selección natural es el que dirige y guía el proceso evolutivo desde una concepción puramente naturalista, o sea sin Dios, para el creacionista (abierto a las verdades científicas) dicho mecanismo evolutivo, es decir la selección natural, es guiado, dirigido y gobernado por una Inteligencia eterna, infinita y espiritual: Dios.
Nota. Recomiendo a los creyentes que cuando vean documentales sobre el origen y formación del universo, la Tierra y la vida y su evolución, o lean sobre el tema en revistas y libros, no se inquieten por las afirmaciones de los naturalistas al explicar dichos procesos como eventos dirigidos por el azar, la casualidad o la selección natural en el caso de la evolución de la vida; simplemente elimine usted, como creyente, el azar y la casualidad y ponga en su lugar el Gobierno de Dios, y en la selección natural piense que, detrás de dicho proceso está Dios con sus leyes naturales o (en algunos casos) directamente dirigiendo dicho proceso, y verás que no existe contradicción alguna entre las verdades de la ciencia y las verdades de la fe.
Y Dios comenzó su obra...
«Dijo Dios: “Haya luz”, y hubo luz. Dios vio que la luz era buena y la separó de las tinieblas» (Génesis 1, 3-4).
De repente, en medio de la más absoluta obscuridad, o mejor dicho de la nada, del no ser surge un haz de luz que lo inunda todo. Una enorme y espectacular “explosión” da inicio a la expansión del universo. Ese universo maravilloso que hoy podemos contemplar y que nos dice en un canto de jubilo: -¡Aquí estoy, con toda mi majestad y grandeza para señalarte e iluminarte el camino hacia Aquel que me ha creado!-. Con razón dice el salmista: «Los cielos cuentan la gloria del Señor, proclama el firmamento las obras de sus manos» (Salmo 19 {18}).
Pero aunque las leyes por Él establecidas regirán la marcha de la obra de la creación, aun así Él se mantiene vigilando para que todo siga el curso deseado para que cumpla el propósito por el cual fue creado: la preparación del lugar adecuado para que pueda habitar el ser por cuya razón fueron creadas todas las cosas visibles: tú y yo (y de existir inteligencias alienígenas -cosa que se desconoce todavía-, también para ellos Dios creó todo cuanto existe).
En este primer segundo en el que el universo comienza a «inflarse», esto es, a expandirse a una tasa exponencial de unas 1050 veces la tasa actual de expansión (La Aventura del Universo. Págs. 339), se desarrollan los procesos nucleares que definirán y determinarán el curso y posterior evolución del universo. A parte de otros sucesos que se dan durante este primer segundo, luego que los quarks y antiquarks cesan su aniquilación mutua, los supervivientes se unen en tríos para formar protones y neutrones, los componentes de todos los futuros núcleos atómicos. (La Aventura del Universo. Págs. 339).
Hay que notar que todo este proceso no puede ser fruto del azar ni de la casualidad, producto de un sin sentido y sin causa. El universo, desde el principio lleva un orden determinado hacia un fin: la inteligencia humana (y cualquier otra inteligencia alienígena de haber sido creada por Dios); seres racionales capaces de conocer y conocerse a sí mismos, capaces de darse cuenta de su misma existencia (entes conscientes de sí). Seres capaces de conocer y entender cosas que están más allá de la materia, de los entes físicos, como lo es la vida espiritual. ¿Puede la pura materia por sí misma llevar a seres puramente materiales a concebir, conocer y entender entes que escapan a las realidades físicas? En sana filosofía es imposible, científicamente no hay respuesta.
«Dijo Dios: “Haya un firmamento en medio de las aguas y que separe a unas aguas de otras.” Hizo Dios entonces el firmamento separando a unas aguas de otras, las que estaban encima del firmamento, de las que estaban debajo de él. Y llamó Dios al firmamento Cielo» (Génesis 1, 6-8).
Pero he aquí un grave y terrible inconveniente para el puro azar. Desde el momento inicial de la expansión del universo, cualquier variación notable por encima o por debajo del limite requerido de fluctuación, hubiera llevado al universo a un caos irreversible.
George Smoot, astrofísico, escribió que «cuando vemos que una notable decantación en el espectro de fluctuación cuántica de los rizos primordiales podría haber producido, en cambio, un vasto enjambre de agujeros negros o un cosmos de cachazudos gigantones, entonces nos percatamos, una vez más, de con cuánta facilidad las cosas podrían haber sido muy diferentes.» (¿Se Puede Probar que Dios Existe? Pág. 172).
Pero si en vez de las fluctuaciones requeridas se hubiera dado la expansión tan suave, demasiado constante y tan uniformemente, como mirar la superficie de una losa o un cristal perfectamente pulidos, sin nada de "imperfección", «no podría haber ocurrido la aglomeración de la materia que llevó a la formación de las galaxias». (¿Se Puede Probar que Dios Existe? Pág. 170).
Para que tengamos una idea: si de un edificio (punto de inicio de la Gran Explosión) a otro edificio (la aglomeración de la materia para la formación de las galaxias) extendemos una larga cuerda con algunos pequeños nudos u ondulaciones (la fluctuación requerida para el orden actual del universo) y empujamos una bicicleta (el universo en expansión) sin que nadie (el puro azar o casualidad) la dirija, podemos estar seguros que, después de unos pocos pies o metros ésta vendrá a precipitarse al vació, ya sea a la izquierda o a la derecha.
Todos los datos de la ciencia moderna apuntan, con respecto a la Gran Explosión, que ésta es completamente fiable y que da la «impresión de que nuestro universo comenzó de una manera increíblemente bien organizada, una manera que casi parece orquestada para que la materia, en beneficio nuestro, se distribuyera formando estrellas y galaxias». (¿Se Puede Probar que Dios Existe? Pág. 172).
«Como quiera, las fluctuaciones que explican las ondulaciones o rizos tuvieron que ser del tamaño adecuado, como señala Pagels: “Lo bastante grandes para convertirse a la postre en galaxias, pero no tan grande que destruyeran la homogeneidad general del universo.” Barrow y Silk, astrónomos, están de acuerdo: “Evidentemente, el equilibrio entre caos y uniformidad fue algo delicado.” La precisión de ese equilibrio, aunque inevitable, ha sido descrita por los físicos como "no atractiva" y "nada estética", puesto que proporciona otro argumento para el concepto de que el universo fue diseñado según un propósito». (¿Se Puede Probar que Dios Existe? Pág. 170).
Nota. Cuando se habla de ondulaciones en el proceso de expansión se refiere a lo siguiente: Si en el inicio de la expansión ésta se hubiese dado de modo continuo (1,2,3,4,5,6...), la materia hubiese continuado expandiéndose de un modo uniforme que no hubiese permitido la formación de estrellas ni de galaxias. Ahora bien, en un microsegundo después de iniciado la expansión se dio lo que se ha identificado y llamado “inflación” por el que el universo se expandió en esa fracción de segundo cientos de veces de modo exponencial, es decir, se duplicó su tamaño (1, 2, 4, 8, 16, 32, 64, 128...) creando unas fluctuaciones en el proceso de expansión que permitió, mucho tiempo después, que algunas regiones del universo frenara algo en su velocidad de expansión, permitiendo así, que la materia, en esas regiones se condensara para formar estrellas y galaxias. Ahora bien, estas fluctuaciones no podían ser demasiado grandes, puesto que hubiese frenado demasiada materia y se hubiese desarrollado un caos. Esa “inflación” en esa fracción de segundo fue crucial y con un margen tan estrecho y crítico que pudo haber sacado de equilibrio a todo el universo. Claro, todo esto dentro del marco de teorías.
Es importante tener este pensamiento muy en cuenta. El concepto de que el universo fue diseñado según un propósito, es porque detrás de tal propósito tiene que haber una Causa, es decir, un Creador. Y es este concepto que no les resulta nada atractivo ni nada estético a muchos científicos naturalistas o materialistas.
Y Dios continuaba obrando...
Cuando Dios creó la materia (un punto muchísimo más pequeño que un neutrón) que constituiría todo el universo hoy existente, da «origen también al tiempo, el espacio y la energía del universo que conocemos». (La Aventura del Universo. Pág. 339).
Nota. Respecto al tiempo sabemos que es un ente de razón con el que la inteligencia humana mide la duración del ser existente. El tiempo, en sí mismo, no existe. El tiempo es simplemente la medida (instrumento intelectual creado por la inteligencia humana) de la duración de los entes creados. Todo cuanto viene a la existencia tiene una duración en el ser, en el existir, y es esa duración que la inteligencia mide y llama tiempo. De no existir el ser físico (en este caso el universo), no se daría el tiempo, pues sólo éste se da con relación a aquel así como el frío (que no existe) se da con relación al calor, y la sombra (que no existe) con relación a la luz.
«En otras palabras, la teoría de la Gran Explosión nos remonta al tiempo en que, después del primer instante de la creación, todo el universo era una región del tamaño de una billonésima de protón». (¿Se Puede Probar que Dios Existe? Pág. 179). Y «la radiación gravitatoria sale del equilibrio térmico con el resto del universo». (La Aventura del Universo. Pág. 339). En el instante después de la creación, cuando la temperatura del universo se había "enfriado" a unos 100 mil millones de grados, se habían formado los constituyentes de los átomos: quarks y electrones. Los átomos en sí se formaron cuando el universo tenía una millonésima de segundo de existencia. (¿Se Puede Probar que Dios Existe? Pág. 177).
Luego de casi cuatro minutos después de la Gran Explosión, los protones y neutrones se unen, formando núcleos de helio. El universo ahora está compuesto de un 20% de núcleos de helio y un 80% de hidrógeno. Una hora después, el universo se ha enfriado hasta el punto de que se han detenido la mayoría de los procesos nucleares. Un año después, la temperatura ambiente del universo es aproximadamente la del centro de una estrella (La Aventura del Universo. Págs. 340), entre unos 10 a 15 millones de grados. Un millón de años después -aproximadamente- de la Gran Explosión da «origen a la radiación cósmica de fondo. Los fotones se desacoplan, dejando a los electrones libres para combinarse con núcleos y formar átomos estables. En lo sucesivo, la materia puede condensarse en galaxias y estrellas». (La Aventura del Universo. Pág. 340).
Dios, en su infinita Sabiduría y Providencia va guiando y dirigiendo la obra de la creación por la cuerda floja hacia lo que va a ser el universo hoy conocido, y que hubiese sido imposible para el azar llevar a cabo, ni tan siquiera comenzar. Las combinaciones para que se diera el orden actual de nuestro universo son de tal magnitud que no es posible admitir, como mecanismo regulador, el azar y la casualidad; por lo que tampoco es posible entender la perfección y orden del proceso evolutivo sin una Inteligencia infinita y eterna que lo guiase.
Aunque este pensamiento resulta para muchos muy subjetivo, si se estudia, se conoce, se reflexiona y se entiende con toda la profundidad requerida (libre de toda conveniencia y prejuicio), se descubrirá y se verá que es totalmente objetivo y conforme con la realidad, es decir, no existe contradicción entre evolución y creación; pueden perfectamente ir de la mano. (De esto ampliaré en mi próximo tratado: Creacionismo vs Naturalismo).
Nota. El concepto o entes de razón de azar y casualidad como mecanismo regulador de la evolución de la materia y de la vida no es científico, sino un mecanismo del pensamiento naturalista para tratar de explicar lo que la ciencia no puede explicar. Naturalismo se refiere a los que tratan de explicar la naturaleza de modo materialista, es decir, sin un Creador.
Y Dios continuaba obrando...
«Dijo Dios: “Haya lámparas en el cielo que separen el día de la noche. Sirvan de signo para distinguir tanto las estaciones como los días y los años. Y que brillen en el firmamento para iluminar la tierra.” Y así fue» (Génesis 1, 14-15).
Hace unos 13 mil millones de años aparecen las protogalaxias, formando cúmulos globulares. Comienza la época de los quasars.
Durante millones de años la materia se fue acumulando de tal manera organizada que permitió la formación de estrellas las cuales a su vez forman las galaxias. Éstas galaxias se fueron agrupando en grupos llamados cúmulos y supercúmulos. (Según la cantidad de las mismas, por ejemplo, «en la constelación de la Cabellera de Berenice existe un gran cúmulo elipsoidal de galaxias, cuyo diámetro es de unos 8 millones de años luz. El 'cúmulo de la Cabellera' encierra unas 11,000 galaxias,...» --Nueva Guía de la Ciencia. Isaac Asimov. Pág. 56).
Los materiales requeridos para la construcción del Hogar del futuro ser humano estaba en proceso (y el de otros muchos sistemas solares). Ya tenemos el terreno el cual se está preparando cuidadosa y diligentemente. En las estrellas se van fabricando los materiales necesarios para la construcción del Hogar.
»Cuando los astrofísicos del siglo XX empezaron a descifrar la química nuclear que da energía a las estrellas, se reveló que el hierro desempeña un papel fundamental en la evolución de las estrellas. Éstas arden fusionando los núcleos de los ligeros átomos de hidrógeno, núcleos que consisten en un solo protón, y los del helio, que consisten en dos protones y dos neutrones. Al hacerlo, las estrellas liberan energía, que las hace brillar, pero también construyen átomos más pesados a partir de los más ligeros. A medida que continúa el proceso, cada estrella forma átomos de carbono, oxígeno, neón, sodio, magnesio y silicio, y luego de níquel, cobalto y, finalmente, hierro. Al llegar al hierro se detiene la formación de nuevos tipos de átomos; una estrella normal de primera generación carece de la energía requerida para crear nuevos núcleos más pesados. El nombre sumerio del hierro, que significa 'metal del cielo' es literalmente verdadero. El hierro es el producto más elaborado de una estrella activa.
»Cuando una estrella se queda sin combustible, se vuelve inestable y explota, vomitando mucho de su substancia, ahora rica en hierro y otros elementos pesados, al espacio. A medida que pasa el tiempo, esta burbuja de gas en expansión se mezcla con nubes interestelares que pasan. El Sol y los planetas se formaron de una de tales nubes». (La Aventura del Universo).
Ya tenemos los materiales necesarios para la construcción de ese hermoso Hogar que es la Tierra y su vecindario, el sistema solar.
«Hizo, pues, Dios dos grandes lámparas: una grande para presidir el día y otra más chica para presidir la noche; también hizo las estrellas. Yahvé las colocó en lo alto de los cielos para alumbrar la tierra, para mandar al día y a la noche y separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que esto era bueno» (Génesis 1, 16-18).
¡Qué maravilloso eres, Señor, que en tus obras dejas ver la grandeza de tu amor para con nosotros! A la verdad que el Amor se ha desbordado ¡Y de qué manera!
Lanzando una mirada por todo el universo, viendo la belleza y hermosura de la creación, intuimos lo grande, maravilloso y hermoso que ha de ser su Creador. Miles de millones de galaxias que adornan con sus formas y múltiples colores toda la región del espacio; maravillas que elevan el pensamiento y el espíritu, para quienes no solamente ven con los ojos de la cara sino también con el entendimiento, sin prejuicios. Eventos tan sorprendentes y espectaculares como las grandiosas novas, supernovas e hipernovas (estrellas en explosión) con sus anillos de gas en expansión y de varios colores (como la “Nebulosa del Anillo” en la constelación de Lyra y la “Nebulosa del Cangrejo” en Taurus); fenómenos como los pulsar, es decir, estrellas de neutrón (estas fueron estrellas de varias masas solares que al explotar dejaron un núcleo de neutrones que rota sobre su eje a gran velocidad emitiendo, desde sus polos, una ráfaga de rayos X que, al ser detectadas desde la Tierra, debido a su rotación dan la impresión de pulsar); y los famosos y misteriosos agujeros negros (estrellas cuya masa solar es tan elevada que al explotar su núcleo colapsa de tal manera que toda la materia se comprime hasta el punto de singularidad. En este estado la fuerza de gravedad es tan alta que ni la luz puede escapar. De aquí el término de “agujeros negros”).
Nota. Se teoriza que en un agujero negro el tiempo se detiene. Pero si el tiempo no existe, ya que éste es la medida de la duración de un ser existente concluimos que, más que detenerse el tiempo realmente lo que se detiene ¿no sería el movimiento de la materia? Entonces, ¿por qué dicha materia continúa ejerciendo su influencia por medio de la gravedad? También se teoriza que con la formación de un agujero negro se abre un túnel a otra dimensión creándose así otro universo; luego la materia que cae en él pasaría a formar parte de ese otro universo. Si ello es así, ¿por qué los agujeros negros aparentemente su masa crece? En el centro de las galaxias existen agujeros negros de miles, cientos de miles y de millones de masas solares dando la impresión de haber ido creciendo según la materia del núcleo galáctico ha ido cayendo en dichos agujeros. Otro punto es que, en el momento de formarse un agujero negro y abrirse tal ventana, la materia que formó dicho evento debió también haber caído o pasado a esa otra dimensión, por lo que, a falta de materia, hoy no tendríamos los agujeros negros. Todas estas teoría, que no poseen ninguna evidencia científica, lo que buscan es explicar los misterios del universo desde una visión puramente materialista, es decir, sin un Creador. Todo lo que funcione para negar a Dios es bienvenido.
Pero no nos detengamos aquí, busquemos en todo este vasto universo una pequeña agrupación compuesta por varias decenas de galaxias llamado Grupo Local. Allí localizaremos una galaxia en espiral llamada Vía Láctea. Específicamente en uno de sus brazos, a unos 26,000 años luz de su centro localizamos una región de polvo y gas interestelar. (Y no en cualquier lugar de la galaxia, sino en lo que muchos astrónomos han llamado “zona de habitabilidad”, es decir, ni muy cerca del núcleo galáctico donde la frecuencia de las supernovas e hipernovas hubieran impedido, si no el surgimiento de la vida, el que ésta pudiese sobrevivir; ni muy lejos del centro, en los bordes de la galaxia). Allí hallamos una nube con suficiente materiales como para construir un sistema planetario. Sólo Dios sabe cuantas estrellas, ya desaparecidas, construyeron los materiales pesados necesarios para la construcción de lo que va a ser nuestro Hogar.
Llegado el momento establecido por la Divina Providencia (no el puro azar ni la casualidad), dicho material, en su mayoría hidrógeno (el combustible necesario para iniciar la fusión nuclear de las estrellas) comienza a condensarse hasta el punto de crear una fuerza de atracción (por la fuerza de la gravedad) lo suficientemente fuerte como para crear una enorme presión en su interior. Según va aumentando la presión el calor también va aumentando hasta el punto de colapsar. Es lo que podríamos llamar una protoestrella.
Estos choques o colapsos que pueden durar, más o menos, un millón de años, continúan hasta que la temperatura central alcanza los 10 millones de grados kelvin. En estas condiciones la protoestrella se transforma en una estrella.
Más sobre las estrellas.
El combustible de una estrella es, principalmente, el hidrógeno el cual es transformado en helio. En el interior de una estrella ocurre lo que se llama la fusión nuclear (proceso por el cual un átomo de hidrógeno se fusiona -se pega- con otro átomo de hidrógeno liberando energía y convirtiéndose, en este caso en helio, un material más pesado) suministrando energía radiante (luz de la superficie) a la estrella. (Es bueno saber que, gracias a Dios, las estrellas no se queman como se quema una antorcha o una vela, ello consumiría el combustible en algunos cientos o miles de años).
Esta etapa de la estrella se llama Secuencia Principal en la que la estrella está convirtiendo el hidrógeno en helio.
Las estrellas con mayores masa (mayor cantidad de materia), más luminosas, poseen las edades más cortas, entre un millón de años a cientos de millones de años de vida.
Cuando una estrella haya consumido su combustible, entrará en una fase o proceso que hará que las capas internas se contraigan, aumentando su temperatura, mientras que las capas externas aumentan de tamaño enormemente, disminuyendo así la temperatura superficial, tomando un color rojizo. Esta estrella se convierte en una gigante roja. Según su masa así será su tamaño. Una estrella con masa como la de nuestro sol, como gigante roja, ocuparía un espacio hasta la órbita de la Tierra o más; varias masas solares puede ocupar una región del tamaño de la órbita de Júpiter o Saturno. Así de grande pueden llegar a ser. (Para quienes deseen tener una referencia en cuanto al tamaño real de las estrellas, recomiendo algunos videos que aparecen por internet).
Nota. Es interesante saber que la estrella en su etapa principal, sólo consume su combustible hidrógeno, no el helio (esto debido a que el centro de la estrella --donde ocurren los procesos nucleares de fusión-- la temperatura de unos 10 a 15 millones de grados Kelvin no es suficiente para fusionar el helio). Así, en el proceso de conversión del hidrógeno al helio, el helio se va almacenando para ser utilizado por la estrella en su fase de gigante roja debido a que su núcleo aumenta de temperatura en varias decenas de millones de grados, lo suficiente para fusionar el helio almacenado y convertirlo en carbón, y así mantener la vida de la estrella por cientos de millones de años más.
Luego la estrella irá entrando, dependiendo de su masa, en una fase degenerativa hasta convertirse en una enana blanca (una masa solar o el equivalente a nuestro sol), una estrella de neutrones o pulsar (algo más de dos hasta cinco masas solares) o un agujero negro (más de cinco masas solares).
Cuando una estrella de varias masas solares explota la energía que produce es tal que se forman nuevos elementos más pesados. Cuando observes un metal como el oro o la plata, ten en cuenta que se formó en una de dichas explosiones.
Dentro de unos 5 mil millones de años el Sol se convertirá en una gigante roja, cuyas capas exteriores ocuparán las órbitas de Mercurio, Venus y muy posiblemente hasta la Tierra. Después de más o menos mil millones de años como gigante roja, el Sol expulsará sus capas exteriores y entrará, como una enana blanca, en una fase pacífica y eterna desapareciendo en la obscuridad.
Para quienes deseen saber más sobre la conversión de una estrella en una de neutrones o un agujero negro, enlace aquí: "Hoyos negros ¿qué son y cómo se forman?"
Y Dios sigue obrando...
La estrella surgida de nuestra nube interestelar no es cualquier estrella. Aquí el azar no sirve como vehículo o conductor en el proceso de formación del Sistema Solar, por las enormes probabilidades de caos que de ello se hubiese producido.
Luego junto con la formación de nuestra estrella, tenemos la formación de un disco protoplanetario del cual surgirán los planetas, pero no cualquier disco donde en los primeros anillos se formen planetas demasiado grandes. (Un ejemplo es el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, el cual se cree son los residuos de un planeta que no pudo formarse por la fuerza de gravedad de Júpiter). Pero también el otro peligro es que no se formen planetas grandes en las órbitas exteriores, permitiendo que se estrellen contra los planetas interiores cuerpos celestes de grandes proporciones. En esto vemos cómo la Sabiduría de Dios obra para bien nuestro.
Ahora bien, no es solamente que se den las condiciones arriba descritas (y muchísimas más) para tener un planeta habitable. Es que dicho planeta no solamente esté en la zona habitable, sino que se mantenga en dicha zona, es decir, que su órbita no puede ser muy elíptica que lo acerque demasiado a sus bordes o, peor aún, que, en algún periodo del recorrido orbital, lo saque de la zona habitable. También se sabe que un planeta habitable debe tener una luna del tamaño apropiado para mantener su eje equilibrado, impidiendo que éste se incline demasiado provocando cambios climáticos tan drásticos que pudiera impedir, si no el surgimiento de la vida, el que ésta se desarrolle o sobreviva.
El Sistema Solar es una pequeña región de la galaxia en espiral llamada Vía Láctea, que ocupa un pequeñísimo espacio situado cerca del borde de uno de los brazos de la galaxia, a unos 26,000 años-luz del centro.
El Sistema Solar se compone de una estrella amarilla, de tamaño mediana, llamada Sol y ocho planetas orbitando a su alrededor. Estos son: cuatro planetas interiores y rocosos: Mercurio, Venus, Tierra y Marte; y cuatro planetas exteriores y gaseosos: Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Posee un cinturón de asteroides entre las órbitas de Marte y Júpiter, el cual contiene un planeta enano llamado Ceres.
El Sistema Solar se compone de una estrella amarilla, de tamaño mediana, llamada Sol y ocho planetas orbitando a su alrededor. Estos son: cuatro planetas interiores y rocosos: Mercurio, Venus, Tierra y Marte; y cuatro planetas exteriores y gaseosos: Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Posee un cinturón de asteroides entre las órbitas de Marte y Júpiter, el cual contiene un planeta enano llamado Ceres.
Más allá de la órbita de Neptuno se extiende el Cinturón de Kuiper (se pronuncia kiper), el cual contiene innumerables cuerpos, algunos de ellos conocidos y llamados planetas enanos como Plutón, Eris, Sedna, y varios más.
Más allá del Cinturón de Kuiper, a modo de esfera que cubre y envuelve todo el Sistema Solar, encontramos la "Nube de Oort" en el cual se cree que habitan millones de cometas esperando que una fuerza mayor los empuje ya sea hacia el interior del Sistema Solar, o hacia el exterior del Sistema para nunca más volver.
Para información detallada y ampliada, el siguiente enlace: "El Sistema Solar y la formación del universo desde una visión católica"
Nuestra historia cosmológica comienza cuando hace unos 13,700 millones de años atrás, Dios dijo: “Haya luz” (Génesis 1) dando inicio, según la teoría más aceptada, a la expansión o Big Bang del universo, el cual de una singularidad o punto cero nace, crece y se desarrolla. Luego de cientos de millones de años regiones de materia frenan su velocidad gracias a la fuerza de gravedad, permitiendo que dicha materia (materia oscura y gas de hidrógeno 75% y helio 25%) se condense y comprima hasta tal punto que comienza un proceso de contracción y expansión, hasta que la temperatura interna alcanzada es suficientemente alta como para encender, por fusión, una estrella. Tenemos entonces la primera generación de estrellas. Estas, gracias al proceso de fusión, convierten el hidrógeno en helio y, al final de sus vidas, el helio almacenado en carbón.
Hace aproximadamente 4,500 millones de años, luego de varias generaciones de estrellas, surgidas de las nubes de hidrógeno, que han ido fabricando los elementos pesados necesarios para la formación de sistemas planetarios, una de estas nubes (en su mayoría hidrógeno y helio, que son el combustible indispensable para que se forme una estrella), ahora rica en materiales pesados, se comienza a concentrar y a comprimir. Al irse comprimiendo va creando una presión que provoca que la materia se caliente, provocando a su vez que ésta se expanda. Este proceso de expansión y contracción durará un millón de años o más hasta que la temperatura interna sea lo suficientemente alta como para mantener un equilibrio entre la expansión provocada por el calor, y la contracción provocada por la gravedad. Así nace nuestra estrella, el Sol.
Cuando se forma el Sol, el material a su alrededor se va esparciendo y disipando (gracias al viento solar) y concentrando en pequeños cuerpos que van creciendo y adquiriendo una órbita estable.
La Tierra, este bello planeta, escogido y cuidado por la sabiduría y gobierno amoroso de Dios, se va enriqueciendo de los elementos necesarios para albergar la vida. Primero ocupa un lugar privilegiado en el sistema que se está formando: ni muy lejos del Sol para que no se congele, ni muy cerca para que no se achicharre.
Los primeros millones de años de formación son cruciales para que se pueda establecer en él la vida tal y como la conocemos. La cantidad de materia que recibe no puede exceder la requerida para que la fuerza de gravedad no aplaste las primeras formas de vida. No puede ser muy pequeño puesto que no tendría la suficiente gravedad como para mantener la atmósfera requerida para dar inicio a la vida.
Según la teoría más probable es que la Tierra, en sus comienzos no tenía un satélite, por consiguiente esto provocaba que la Tierra se inclinase en su eje de rotación tanto, que los cambios climáticos serían tan drásticos como para, si no impedir el surgimiento de la vida, quizá el que se pudiera desarrollar satisfactoriamente. Posiblemente Dios hubiese creado la vida en este planeta sin satélite (como en muchos otros que pudo, si quiso, haber creado con formas de vida), pero que, debido a estos cambios climáticos tan drásticos, la vida no se hubiese podido desarrollar tal y como la conocemos hoy. Pero Dios no quiso crear un planeta para que albergara unas formas inferiores de vida, Él quiso crear un planeta apto, no sólo para la vida, sino, sobre todo, para que lo habitara su criatura predilecta por quien creó todo el universo, el ser humano -tú y yo-. Por eso, en su infinita sabiduría y gobierno de la creación, a los pocos millones de años después de haber creado la Tierra, permite que un cuerpo celeste del tamaño del planeta Marte, choque contra la Tierra, aún líquida por las altas temperaturas. Esta colisión envía al espacio gran cantidad de materia, la suficiente para que, luego de cientos de miles de años se condense, en órbita alrededor de la Tierra, y se forme la Luna.
En los comienzos de la Tierra, enormes cantidades de cometas (cuerpos conteniendo agua) se precipitan contra la Tierra llenándola del preciado líquido y otros elementos necesarios para la vida. Luego de millones de años, cuando ya todo estaba listo, la divina Providencia entra en acción obrando, gracias a las leyes por él establecidas, y él mismo, por su gobierno sobre la creación (no el azar ni la casualidad, que son fuerzas ciegas con las que los ateos y materialistas se valen para tratar de explicar el surgimiento y evolución de la vida) va uniendo los elementos necesarios para crear los primeros compuestos orgánicos, y con ellos ensamblar la primera forma biológica a la que le infunde de Sí mismo la vida.
Y Dios continuaba obrando...
«Dijo Dios: “Júntense las aguas de debajo de los cielos en un solo lugar y aparezca el suelo seco.” Y así fue. Dios llamó al suelo seco: 'Tierra', y a la masa de agua: 'Mares'. Y vio Dios que todo era bueno» (Génesis 1, 9-10).
«Hace unos 4,500 millones de años el Sol y los planetas se condensan a partir de una nube de gas y polvo...» (La Aventura del Universo. Pág. 340).
Después de unos 700 millones de años (hace unos 3,800 millones de años) la Tierra se ha enfriado lo suficiente como para formar una corteza sólida; es la edad de las más antiguas rocas terrestres fechadas. (La Aventura del Universo. Pág. 340).
Durante millones de años la Tierra, este bello lugar que hoy habitamos y el cual tenemos la grave responsabilidad de cuidar, ha estado en un continuo estado de preparación hasta convertirse en el lugar idóneo para albergar la vida y el posterior surgimiento de la inteligencia.
También es importante que un planeta habitable, entre muchas condiciones, debe tener placas tectónicas que permitan el reciclaje de determinados elementos para permitir la vida.
*Recomiendo a los lectores que tengan internet que vean los documentales sobre historia y origen de la Tierra y de la Luna por el servidor You Tube, son de verdad interesantes.
Para segunda parte, continuación aquí.
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