Por Gerardo Cartagena Crespo
Nota. Como ya he mencionado en otros artículos relacionados, pero aquí lo repito para quienes aún no lo han leído, el propósito de este tratado no es convencer a los que no quieren creer, pues para quien no quiere ni le interesa creer en Dios no existe argumento que lo convenza por más evidente que éste sea. Como me dijo un ateo: "Gerardo, yo no creo en Dios; y si Jesucristo se apareciera ahora mismo lo rechazaría y despreciaría"; y otro: "yo soy así, y ni Dios me puede cambiar". Luego no es posible ni existe argumento para este tipo de increencia. Lo que he de presentar aquí es para que el creyente católico conozca y entienda que la fe no es algo que se fundamenta en el vacío, ni se apoya en cuentos de hadas (como acusan y juzgan los no creyentes), sino que, a pesar de la parte oscura de la fe (pues si ésta fuese evidente como se evidencia en un laboratorio y que los no creyentes exigen que así debería ser, ya NO sería fe ni sería meritoria) ésta también se apoya en la razón aunque iluminada por la gracia. Por eso, por vía de razón, tanto en filosofía como en teología se puede indagar en aquello que la ciencia no puede acceder pues no forma parte de su campo de estudio. Y por eso este tratado va dirigido prioritariamente a los creyentes que quieran dar respuestas racionales de su fe para quienes se la pidan o a quienes pretendan que el cristianismo se basa en fábulas y mitos.
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Para volver a primera parte, aquí
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Introducción
Nota. Como ya he mencionado en otros artículos relacionados, pero aquí lo repito para quienes aún no lo han leído, el propósito de este tratado no es convencer a los que no quieren creer, pues para quien no quiere ni le interesa creer en Dios no existe argumento que lo convenza por más evidente que éste sea. Como me dijo un ateo: "Gerardo, yo no creo en Dios; y si Jesucristo se apareciera ahora mismo lo rechazaría y despreciaría"; y otro: "yo soy así, y ni Dios me puede cambiar". Luego no es posible ni existe argumento para este tipo de increencia. Lo que he de presentar aquí es para que el creyente católico conozca y entienda que la fe no es algo que se fundamenta en el vacío, ni se apoya en cuentos de hadas (como acusan y juzgan los no creyentes), sino que, a pesar de la parte oscura de la fe (pues si ésta fuese evidente como se evidencia en un laboratorio y que los no creyentes exigen que así debería ser, ya NO sería fe ni sería meritoria) ésta también se apoya en la razón aunque iluminada por la gracia. Por eso, por vía de razón, tanto en filosofía como en teología se puede indagar en aquello que la ciencia no puede acceder pues no forma parte de su campo de estudio. Y por eso este tratado va dirigido prioritariamente a los creyentes que quieran dar respuestas racionales de su fe para quienes se la pidan o a quienes pretendan que el cristianismo se basa en fábulas y mitos.
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Introducción
Últimamente se han realizado intentos para demostrar si Dios o el alma existen por medio de la investigación científica, y cuyos resultados, según son interpretados, no han sido favorables a las realidades sobrenaturales. Y, como se ha expuesto en la primera parte de este tratado, el método científico no sirve para demostrar, ya sea a favor o en contra, las realidades espirituales (Dios, ángeles, demonios, alma humana). Estas escapan a cualquier investigación del método científico puesto que, al ser realidades espirituales y no físicas, no forman parte del campo de estudio propio de la ciencia, sino más bien de la teología (sobre todo) y la filosofía.
Nota. Hay científicos e investigaciones científicas con los que se pretende demostrar la veracidad o falsedad de eventos que aparentan ser de origen sobrenatural (milagros eucarísticos, sanaciones físicas, manifestaciones en imágenes...) o en objetos (Sábana Santa, Imagen Virgen de Guadalupe) en los que la ciencia sólo podrá indicar si tales eventos u objetos tienen o no explicación natural. Cualquier interpretación de tales hechos es la Iglesia la que, estudiando a profundidad dichas investigaciones, determinará si tales eventos son de origen sobrenatural.
Por ejemplo:
*Descubridor del VIH y premio Novel de Medicina asegura que "los milagros de Lourdes son algo inexplicables". Toca enlace para acceder a información.
Nota. Hay científicos e investigaciones científicas con los que se pretende demostrar la veracidad o falsedad de eventos que aparentan ser de origen sobrenatural (milagros eucarísticos, sanaciones físicas, manifestaciones en imágenes...) o en objetos (Sábana Santa, Imagen Virgen de Guadalupe) en los que la ciencia sólo podrá indicar si tales eventos u objetos tienen o no explicación natural. Cualquier interpretación de tales hechos es la Iglesia la que, estudiando a profundidad dichas investigaciones, determinará si tales eventos son de origen sobrenatural.
Por ejemplo:
*Descubridor del VIH y premio Novel de Medicina asegura que "los milagros de Lourdes son algo inexplicables". Toca enlace para acceder a información.
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Ahora bien, esto no quiere decir que las realidades espirituales sean imposibles de demostrar. Existe un método que es indirecto o por vía de argumentos racionales, basados en verdades y teorías científicas y de experiencias humanas que, interpretados y estudiados desde la filosofía, ayudan al entendimiento a aceptar, con un alto grado de probabilidad de ser seguras, las realidades espirituales. Dependerá de muchos factores humanos (lamentablemente en muchas ocasiones más de conveniencia que de convicción) el que sean aceptadas o rechazadas.
Es importante saber y entender que cuando se habla de argumentos a favor de la existencia de Dios o de la fe cristiana, no se pretende con ello que dichos argumentos son fundamentos para sostener la fe como dando a entender que sin los cuales se derrumbaría, o que la fe surge como consecuencia de tales argumentos, sino simplemente como argumentos racionales de que lo que creemos no son meras fantasías, cuentos, leyendas o, simplemente, invenciones mentales.
Para que tengas una idea veámoslo en los siguientes ejemplos: el conocimiento científico puede llevar a conocer y entender cosas cuya existencia y realidad aún no habían podido ser verificados, sino que, por vía de argumentos se puede llegar al conocimiento de dichas realidades.
a. Demócrito de Abdera, hace unos 2,400 años, intuyó que la materia debía estar formada por pequeños y simples granos a los que dio el nombre de átomos (del griego - indivisibles). Cada uno, según la sustancia a la que perteneciera, sería distinto.
No fue hasta 1803, que el químico inglés John Dalton desarrolla una teoría con la que aseguraba que la materia se podía dividir en dos grandes grupos: el de los elementos y el de los compuestos. Los elementos serían unidades simples o fundamentales, de las que existiría un número reducido a las que denominó átomos, en homenaje a Demócrito de Abdera, pensador griego.
b. Otro ejemplo sería el del físico austríaco Wolfgang Pauli quien, para 1931, propuso la hipótesis de que durante la desintegración nuclear, el núcleo atómico debía expulsar una nueva partícula que no tendría carga eléctrica ni prácticamente masa, la cual fue bautizada, por el físico italiano Enrico Fermi, con el nombre de neutrino (pequeña cosa neutra). Fueron Clyde L. Cowan y Frederick Reines, para el 1956, quienes lograron capturarlo en las emanaciones de un reactor nuclear.
c. El planeta Neptuno se especuló su existencia gracias al influjo de su fuerza gravitacional sobre Urano. Años después se descubrió que sí era real.
d. El descubrimiento de los planetas extra-solares se realizó gracias a la influencia gravitacional que estos ejercían sobre su estrella madre.
e. Igualmente muchas partículas subatómicas, los agujeros negros y otros muchos fenómenos y entidades más fueron presentados como realidades existentes antes de ser científicamente confirmada su existencia. Y esto gracias a las pruebas y evidencias o huellas dejadas por estos entes, y en otros de modo indirecto por otras causas que, por vía de razón, permitió que científicos, en sus diversos campos de estudio, pudieran teorizar su existencia antes de ser descubiertos.
De igual manera y de modo análogo podemos, por vía de razón, establecer con la ayuda de argumentos basado en realidades y verdades naturales y experiencias humanas que, gracias a la filosofía, la fe, aunque de por sí oscura, no es irracional, sino que tiene argumentos sólidos para sostener y apoyar algunos puntos fundamentales como la existencia de Dios, creador del universo y su gobierno sobre el mismos, e igualmente su eternidad, omnipotencia e infinita sabiduría y bondad.
La diferencia radica en que, las teorías e hipótesis científicas pueden ser verificadas, tarde o temprano o nunca, en esta vida, las verdades de la fe, por su misma naturaleza, podrán ser verificadas de manera absoluta después de esta vida, en el más allá, aunque el creyente puede sentir (y de hecho siente) cómo Dios se revela y se manifiesta de manera tan clara y patente en su vida.
De gran importancia es saber y entender que, como ya he mencionado y vuelvo a insistir, se debe tener muy en cuenta que la fe (en este caso lo que cree, predica y enseña el cristianismo y, sobre todo, la Iglesia Católica como verdades de divina revelación) no puede ser demostrada a base del método científico puesto que, de ser así, ya no sería fe. Por eso cuando un ateo o incrédulo pretende negar la existencia de Dios o todo lo que hace referencia a él porque no puede ser demostrado científicamente, o cuando utilizando una teoría científica (como la Evolución, el Big Bang, el proceso o manera por el que se cree surgió la vida) o cualquier otra teoría histórica, sicológica, cultural, neurológica, ambiental... y con ello interpreta y asegura la imposibilidad de la fe y lo absurdo de tales creencias, realmente no sabe ni entiende y, quizás, ni le interesa saber ni entender lo que es realmente la fe.
La fe auténtica es oscura y clara a la vez (como la Tierra que es de día y de noche a la vez, puesto que, mientras una cara está salpicada por la luz del Sol, la otra se esconde a sus rayos luminosos; lo mismo ocurre con la fe). Ante la oscuridad de la fe, el ser humano que cree sinceramente se abandona, se humilla y confía ante la majestad y grandeza amorosa del Creador. Pero esa oscuridad no es absoluta puesto que, con el lado luminoso de la fe (que sólo puede venir de Dios), el ser humano es capaz de ver, y de hecho puede ver, conocer y entender las verdades de divina revelación (contenidas en la Iglesia fundada por Jesucristo) y las verdades que se hallan en la naturaleza o en toda la creación y que la ciencia se encarga de descubrir y estudiar, y también aquellas verdades contenidas en las diversas creencias humanas (religiosas, históricas, políticas, culturales...).
Como ya he mencionado, aunque los misterios de la fe no puedan ser demostrados no por ello hay que concluir que la fe auténtica es irracional y, por ello absurda, supersticiosa y ridícula, como pretenden hacer ver los ateos e incrédulos, sino que, la fe verdadera puede ser argumentada y explicada tanto por la sana filosofía que se vale de las verdades de la naturaleza para llegar a Dios, y la teología que explica (valiéndose en muchos aspectos de la filosofía) lo que Dios nos ha revelado en Jesucristo.
Estas dos formas de ciencia (teología y filosofía), aunque los no creyentes lo nieguen, son formas o maneras del conocimiento humano (de aquí que pueden considerarse ciencia).
Estas dos formas de ciencia (teología y filosofía), aunque los no creyentes lo nieguen, son formas o maneras del conocimiento humano (de aquí que pueden considerarse ciencia).
El problema del auge de la increencia se debe en parte a que los ateos, materialistas, naturalistas e incrédulos en general para poder negar y rechazar a Dios han buscado la manera de enfrentar fe y razón, ciencia y religión como antagonistas irreconciliables creando, con ello, mucha confusión y malos entendidos que ha llevado a muchos creyentes y no creyentes a no cuestionarse más sobre la realidad trascendental y a vivir como si con la muerte terminara todo. De aquí la crisis de valores y actos de corrupción, violencia y menosprecio a la vida en todos los ambientes y de todas las formas que aquejan a la humanidad entera como nunca antes.
A continuación presentaré una serie de argumentos, basados en el conocimiento científico actual y la experiencia humana, que ayudarán a entender, ante los no creyentes, que la fe en la existencia de Dios y su gobierno sobre el mundo no es pura fantasía ni ficción. Que este aspecto de la fe posee argumentos convergentes y convincentes que lo apoyan y refuerzan. El que los no creyentes puedan admitir o no estos argumentos como válidos, dependerá de muchos factores.
Nota. Los creyentes no necesitamos de estos argumentos para creer que Dios existe, es real y es el creador de todo cuanto existe, y que su gobierno se extiende a toda la creación. Nos basta la fe que, como don de Dios, nos da plena y absoluta seguridad en lo que creemos.
Por consiguiente, estos argumentos racionales que nos brinda el conocimiento e investigación humana por vía natural, es para demostrar a los no creyentes que también existen pruebas y evidencias que, aplicadas con base en la filosofía, confirman la fe del creyente en Dios creador.
Para que se tenga una idea de cómo las verdades científicas pueden ayudar en la elaboración de argumentos racionales que confirman la existencia de Dios: El ajuste fino, ¿evidencia científica de que el universo es obra de un Creador? (El título que sirve como enlace es nuestro).
Argumentos racionales a favor de la existencia de Dios
Estos son algunos de los argumentos (de entre otros tantos que se pueden aludir como el del origen de la materia y su evolución de lo menos perfecto a lo más perfecto -argumentos que ya he tocado en otros tratados-) que los creyentes podemos indicar como vías para poder acceder a un conocimiento racional y cierto de la existencia de Dios, creador y gobernador del universo. Como Dios existe quiere darse a conocer a los que, no pudiendo hacerlo por medio de la divina revelación o no pueden acceder a ella, sí lo puedan hacer por vía de conocimiento natural.
Argumento I. Concepto del más allá en todas las culturas desde las más antiguas. a. Si todos los pueblos, desde los más antiguos y primitivos, siempre han tendido a creer, de una forma u otra, en la existencia del más allá o continuidad de la existencia después de la muerte; b. y siendo que dicha creencia no puede venir, por evolución, de la pura materia pues le es totalmente ajena; c. y siendo que esta realidad existencial, es decir, la vida espiritual, es total y absolutamente ajena a las realidades físicas de cualquier orden; d. esta realidad se nos presenta ante nuestro entendimiento como una posibilidad real (aunque no como una certeza por ser este argumento de conocimiento racional; la certeza se da sólo por fe divina); e. es así que podemos inferir, que esta realidad nos viene de una revelación metafísica y trascendente. Ante nuestra voluntad está el aceptarla o rechazarla.
*En el siguiente vídeo (unos 10 minutos) el astrofísico y sacerdote P.Manuel Carreira nos da unos datos por vía de razón que ayuda a entender la imposibilidad de que de la materia se den actos metafísicos o espirituales:
Argumento II. La Ley natural. a. Si todos los pueblos, desde los más antiguos y primitivos, se han regido por una Ley moral innata en cada ser humano que, en conciencia le indica y señala lo que está bien y lo que está mal, le obliga a obrar en el bien y rechazar el mal; b. y siendo que dicha Ley tampoco puede ser producto de la materia o realidades físicas pues, por su misma naturaleza de origen intelectual, se ubican en un plano no material; c. y siendo que la Ley moral es "impuesta" de modo innato a todo los seres humanos, luego no es producto de la voluntad o querer del hombre (pues de lo contrario se caería en un relativismo moral y luego en una anarquía); d. por consiguiente, se nos presenta ante nuestro entendimiento e inferimos que, la Ley moral es de procedencia metafísica y trasciende a todo orden físico conocido y conocible.
*El siguiente es un tratado sobre la ley natural, muy completo que explica en toda su profundidad y claridad esta cuestión del comportamiento humano:
Argumento III. La conciencia y la dignidad humana. a. El mismo hecho de que el ser humano es un ser conciente de sí mismo y de las realidades conocidas y conocibles; b. es éste hecho un aspecto del ser racional y libre tan elevado, que la materia, por carecer absolutamente de ello, no pudo haberlo otorgado (nadie da lo que no tiene); c. luego nuestro entendimiento nos da a conocer que somos seres con una dignidad que está por encima de cualquier ente físico conocido o conocible; d. luego razonamos que, si dicha dignidad no nos la ha podido dar la pura materia, ni el mismo ser humano se la puede dar, es porque por encima de ella y de nosotros existe Alguien de cuya dignidad infinita somos una imagen y semejanza.
Ahora bien, ¿puede el ser humano establecer por ley la dignidad del ser humano? Absolutamente no. La dignidad humana basada en el ser humano mismo, sin referencia a Dios, es absurda. Escuchemos lo que nos dice al respecto el periodista italiano Vittorio Messori: “La paradoja es aún más evidente en la «Declaración» de la ONU: aquí, para conseguir el mayor consenso (pero aun así los países musulmanes no quisieron adherirse: mujeres y esclavos, para el Corán, no son y no pueden ser «iguales» a quien es hombre y libre) se eliminó cualquier referencia a ese inocuo «Ser Supremo». Dice el texto de las Naciones Unidas, en su primer artículo: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales por dignidad y derechos. Ellos están dotados de razón y conciencia y deben actuar los unos hacia los otros con espíritu de fraternidad.»
»Aquí también nos encontramos ante el «deber» de una fraternidad sin paternidad común. No se dice, por lo tanto, dónde estriba este «deber», por qué hay que respetarlo, ni se quiere decir.
»Es el drama de toda moral «laica»: un «¿por qué escoger el bien en lugar del mal?» que queda sin ninguna respuesta razonable.
»En efecto, la «Declaración» de las Naciones Unidas es quizás el documento internacional más violado y escarnecido de toda la historia, incluso por parte de gobiernos que, mientras pisan todos los derechos del hombre, que solemnemente han votado y aceptado, se sientan y pontifican en aquella misma asamblea de Nueva York.
»Es suficiente dar una mirada al informe anual de Amnistía Internacional: lectura aterradora que nos enseña la eficacia de los «compromisos morales» y de las declaraciones de libertad, igualdad y fraternidad que sólo se basan en la «razón» y no derivan de Alguien cuya ley trascienda al hombre.» (Leyendas Negras de la Iglesia).
Ya lo dijo Juan Pablo II a los obispos de Brasil: «Los derechos del hombre sólo tienen valor allá donde sean respetados los derechos imprescriptibles de Dios. El compromiso para aquéllos es ilusorio, ineficaz y poco duradero si se realiza al margen o en el olvido de estos.» Y en otra parte asegura: «Hoy día se habla mucho sobre derechos del hombre. Pero no se habla de los derechos de Dios... Los dos derechos están estrechamente vinculados. Allá donde no se respete a Dios y su ley, el hombre tampoco puede hacer que se respeten sus derechos. Hay que dar a Dios lo que es de Dios. Así sólo será dado al hombre lo que es del hombre.» Y concluye Vittorio Messori: «Es un ejemplo más de lo que Juan Pablo II, igual que sus predecesores, recuerda: basado exclusivamente en el hombre, todo «derecho del hombre» está en poder del hombre, sufre impunemente violaciones y excepciones y puede ser manipulado según la conveniencia política.»
Objeción. El argumento naturalista indica que tales fenómenos o actos de comportamiento son producto de una larga evolución, los efectos de ciertas hormonas y el ambiente. Todo ello ha contribuido a que el ser humano desarrolle una idea de trascendencia, es decir más allá del orden físico o material.
Como ya he dicho, del ser humano ser pura materia, por consiguiente al carecer del elemento espiritual, por más inteligente que éste pudiera haber llegado a ser, no hubiese podido concebir ni imaginar tan siquiera cómo pueden ser las realidades espirituales tal y como son concebidas en la Iglesia Católica. A lo más (y aquí estoy teorizando pues es, en mi opinión, imposible un desarrollo intelectual sin un origen espiritual al la materia carecer de tal principio metafísico como es la inteligencia y la conciencia) el ser humano haber desarrollado un tipo de inteligencia puramente material o naturalista, tal vez hubiese concebido en los elementos y fuerzas de la naturaleza, poderes preternaturales, pero no trascendentales o sobrenaturales puesto que, tales realidades escapan infinitamente a las realidades naturales o físicas.
El que las hormonas de su cuerpo y el medio ambiente hayan tenido y tienen influencias en el ser humano, ello no indica para nada la ausencia de un elemento espiritual, al contrario, es por medio del elemento espiritual (que en el cristianismo conocemos como alma) que el ser humano puede encausar, dirigir y elevar al orden superior de dignidad humana todos sus actos humanos, y encausarlos, con la ayuda y la gracia divina, a actos más allá del orden puramente natural.
*El siguiente enlace sobre "el problema de la conciencia" ayudará a entender la idea expuesta en los argumentos anteriores:
*También este otro artículo de varios autores sobre el problema de la conciencia y la imposibilidad de que sea fruto de la materia.
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Argumento IV. La realidad de la vida. a. Igualmente la vida, estudiada y reflexionada en su realidad más profunda, es un don que la pura materia, por carecer absolutamente de ella, no la pudo haber dado. b. Habrá quien argumentará que la vida surgió naturalmente gracias a un proceso físico-químico cuando en los comienzos de la Tierra existía una “sopa” bioquímica o prebiótica por la que se originó la vida. c. Ahora bien, ¿podrá surgir alguna forma de vida sin intervención de una Inteligencia sobrenatural? Para dar un juicio acertado y conforme a la realidad, veamos y analicemos la siguiente analogía. Si yo ensamblara un aparato al cual le comunico una fuente de poder (vapor, electricidad o cualquier forma de energía) que lo haga moverse y realizar aquello para lo cual fue diseñado, ¿eso es una forma de vida, tal y como entendemos es la vida? Y si a ese aparato le comunico la capacidad de adquirir por sí mismo su propia fuente de energía, o de reproducirse a sí mismo (no por generación, pues esto es ya pedir demasiado a una máquina, sino por imitación) construyendo otras copias de sí, ¿podemos hablar de un ser vivo, como lo es cualquier organismo vivo? Si elimino al aparato su fuente de energía, ¿moriría como cualquier ser orgánico, o habrá que considerar dicha cesación vital como un evento análogo a la muerte? Si después de X tiempo sin la fuente de energía se le restaura, de seguro que el tal aparato volverá a continuar con su función y a realizar aquello para lo cual fue creado, ¿podríamos entonces hablar de... resurrección?
Ahora bien, si le quitamos su fuente de energía a un ser biológicamente vivo hasta que cesen todas sus funciones vitales, y luego se le administrara los procedimientos y elementos necesarios para revivirlo, es muy posible que tal organismo reviva. Pero si la abstinencia, luego de la cesación de los signos vitales es prolongada, es muy improbable que el tal organismo reviva, y si ya ha entrado en un proceso de descomposición será absolutamente imposible devolverlo a la vida; ya no hay marcha atrás. d. Luego la vida no es, como comúnmente se la define: movimiento, alimentación, respiración, reproducción y otros signos biológicos; e. la vida es mucho más profunda que esos indicadores y, a la misma vez va más allá, infinitamente, de lo que la simple materia pudiera hacer por sí misma.
f. Con esta analogía podemos ver la infinita diferencia existente entre la vida artificial que, ni por vía natural podrá darse, y la vida biológica, que de por sí está infinitamente por encima de la materia muerta y, por ello, absolutamente incapaz de darla. g. Luego razono que la vida no es ni puede ser un producto únicamente bioquímico de la materia muerta, sino que, si hubo tal evento físico para que surgiera la vida en tal situación (como la sopa prebiótica, por ejemplo), fue absolutamente indispensable la intervención de un agente trascendente y sobrenatural, primera Causa viviente que comunicó de sí mismo la vida: Dios.
*El siguiente artículo, aunque corto, ayudará a entender lo hasta aquí dicho sobre cómo se construyó la primera célula y la imposibilidad de que ésta haya sido por azar: El azar previsor.
*Sobre el origen de la vida y en qué consiste, podemos ver el siguiente vídeo del astrofísico y sacerdote jesuita Manuel Carreira:
Argumento V. La genética. a. Según la Teoría de la Evolución las especies, según van evolucionando, se van perfeccionando y adaptando al medio ambiente con el objetivo de supervivencia. b. Todas esas perfecciones quedan registradas en los genes para las próximas generaciones. c. Pero en el ser humano y desde sus orígenes más remotos, ¿qué sentido tiene el que los genes le otorguen la capacidad de razonar, para las bellas artes, las matemáticas, el pensamiento filosófico y teológico y una enorme cantidad de aptitudes que no tienen nada que ver con la supervivencia? d. Luego ¿de dónde los genes “sacaron” esas capacidades que, incluso se dan en tribus primitivas que por miles de años no tuvieron contacto con las civilizaciones modernas? e. De aquí que puedo inferir que, si dichas aptitudes y capacidades procediesen por vía natural (como aseguran los naturalistas) y, por consiguiente, están impresas en los genes, es porque una Inteligencia trascendente las ha implantado ahí. f. Vuelvo y repito ¿cómo es posible admitir que ello es producto del puro azar y la casualidad o la selección natural como mecanismos evolutivos cuando dichas aptitudes y talentos no son absolutamente necesarias para la supervivencia de la especie? g. Luego razono y entiendo que dichas aptitudes no pueden ser producto de la pura materia, puesto que la pura materia no puede dar capacidades ajenas y totalmente desconocidas a sí misma. h. De igual manera puedo inferir que en el ser humano ha de existir, de modo inherente, un elemento que eleva y perfecciona de manera eminente y trascendente dichas aptitudes y capacidades; i. luego tiene que ser un elemento inmaterial, y que en el cristianismo se conoce como alma espiritual.
Argumento VI. La transmisión genética. a. El hecho mismo de los genes como mecanismo de la naturaleza para que las especies se dupliquen y multipliquen y se transmitan de padres a hijos ciertas cualidades y aptitudes, lleva en sí mismo un principio de programación; b. ¿cómo la naturaleza muerta e inconsciente “ideó” e “inventó” este principio de programación tan complejo, tan perfecto y tan necesario para el desarrollo y sostén de la vida?; c. luego razono que este principio me tiene que llevar a un Programador, d. pues ¿de dónde recibió los datos o información el primer ser vivo para construirse a sí mismo y hacer copias de sí con la capacidad de transmitirlo a la siguiente generación? e. Aunque se hubiese construido él solo, como aseguran los naturalistas, ¿cómo la naturaleza sabía que ese primer ente vivo necesitaba de los genes para auto copiarse? f. Y que esos genes deberían poseer intrínsecamente la capacidad de guardar información con el fin de realizar otras copias y de una manera tan exacta. g. Si antes no existía un modelo vivo, ¿de dónde y cómo la pura materia sacó y realizó algo tan complejo que está muy por encima de su misma complejidad y capacidad? h. El naturalista lo resuelve insertando en la naturaleza el elemento anticientífico del ciego e inconsciente azar y la selección natural; i. para el creyente es más lógico y más acorde con la realidad de la existencia de unas leyes naturales y, por ello, de un orden, la idea de una Inteligencia Increada y Creadora. j. Por consiguiente entiendo que la idea de un Programador trascendente y sobrenatural me es más razonable y lógico que el admitir que la pura materia, por el ciego azar o la casualidad, haya hecho algo que sobrepasa su misma capacidad.
*El siguiente artículo (corto pero muy explicativo) nos dará una idea de lo aquí expuesto: Cárculos de probabilidades: el azar contra las cuerdas.
Argumento VII. El deseo innato de eterna felicidad. a. Existe en el ser humano un deseo incontenible de máxima y eterna felicidad; b. pero sucede que, aunque se llegue y se consiga, con las cosas de este mundo, un grado máximo de felicidad, éste no dura para siempre. c. La misma contingencia de las cosas no permite que la felicidad dure para siempre: o estas se agotan disminuyendo o eliminando la felicidad en el que de ellas dependía, o se llega a un grado y momento por el que el objeto de felicidad se vuelve monótono y, por consiguiente, se pierde el interés en el mismo, o simplemente desaparece totalmente y para siempre con la muerte del sujeto.
d. Ahora bien, si nuestro anhelo de máxima felicidad no puede ni podrá ser saciado con las cosas materiales, por muy buenas que estas sean, e. entonces razono que el deseo innato de máxima felicidad no puede venir como una consecuencia evolutiva de la materia, f. puesto que de ser así nuestra búsqueda de eterna felicidad quedaría totalmente satisfecha con cualquier cosa buena proveniente de las bondades de la naturaleza, y cualquier pérdida de la misma quedaría inmediatamente suplantada por otra y no nos dolería la tal pérdida, e incluso no nos dolería perderlo todo aun con el pensamiento de la muerte. g. Pero como la experiencia nos dice que es todo lo contrario, se impone la idea de que, si jamás en esta vida será saciada el hambre y sed de máxima y eterna felicidad, razono que en el ser humano ha de existir un elemento inherente que me lleva a aspirar y desear aquello que sí puede ser alcanzado; h. un elemento que por su misma naturaleza inmaterial me hace conocer y entender que sí existe un bien metafísico y que trasciende la materia y, por lo tanto, sobrenatural; i. un bien que por no estar limitado como lo están los bienes de este mundo produce la felicidad plenamente saciativa que todo ser humano busca y anhela. j. Y ese bien plenamente saciativo se llama el Amor-Dios. Bondad, Hermosura y Felicidad infinita.
A pesar de que a estos argumentos se les pueda hallar imperfecciones y lagunas debido a que con ellos se pretende demostrar realidades no físicas o sobrenaturales, todos estos argumentos nos llevan a concluir que el ser humano no es ni puede ser pura materia, todo lo contrario, ellas hablan y dan testimonio de una realidad inherente y trascendente en y para el ser humano: la existencia de un alma espiritual y la existencia y realidad de un estado espiritual más allá de la muerte. Ante nuestro entendimiento se nos impone esta realidad, aunque sea racionalmente; en nuestra voluntad está el aceptarla o rechazarla. (Recuerda, sólo y exclusivamente por la Divina Revelación, y no por el método científico, es que podemos, gracias al don sobrenatural de la fe que es recibido por medio del bautismo, llegar a una plena y absoluta certeza de la verdad y realidad de la vida espiritual).
Ahora pasemos a ver algunos de los argumentos de no creyentes contra la existencia de Dios.
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