LA CIENCIA, VEHÍCULO DEL CONOCIMIENTO HUMANO

La ciencia, un oasis de conocimiento del mundo natural mediante el cual se revela la grandeza y bondad de su Creador.

CREACIÓN Y EVOLUCIÓN II

Segunda parte
Campos de estudio y conocimiento

a. Fuente próxima (Biblia y Tradición): La Divina Revelación (Dios se da a conocer y su plan de salvación).

Para una interpretación correcta, o por lo menos lo más acertada posible, se requiere del conocimiento de las siguientes materias:

Exégesis (del griego explicación). Comentario científico de la Biblia, que utiliza todas las disciplinas capaces de ilustrar el texto.

Hermenéutica (del griego hermeneutes, intérprete, por alusión al dios Hermes). Conjunto de las reglas generales y particulares que permiten determinar el verdadero sentido de la Escritura y su justa interpretación.

Como católico y según la doctrina oficial de la Iglesia sabemos que, a diferencia de la teología protestante, la Biblia no contiene toda la verdad revelada, sino una parte muy importante de ella (Juan 20, 30-31; 21, 25). La otra parte está en la Tradición Apostólica. Ambas fuentes (la escrita y la oral: 2 Tesalonicenses 2, 15; 2 Timoteo 2,2) custodiadas y dadas a conocer por la Iglesia que Cristo fundó (Efesios 3, 8-11; 1Timoteo 3, 14-15; Juan 14, 25-26; 16, 12-13). De aquí que, “la Tradición y la Sagrada Escritura «están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin». Una y otra hacen presente y fecundo en la Iglesia el misterio de Cristo que ha prometido estar con los suyos «para siempre hasta el fin del mundo» (Mt. 28, 20)” (Catecismo Iglesia Católica Nº 80). Por eso, “el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo, es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma” (C.I.C. Nº 85). Y es gracias al Magisterio de la Iglesia (Lc. 10, 16; 2Tim. 2, 1-2; 2Tes. 3, 6; 1Cor. 11, 2) que podemos acceder con plena seguridad y confianza a la verdad total y plena (Ef. 3, 10-11; 1Tim. 3, 14-15; Jn. 14, 25-26; 16, 12-13).

Ahora bien, “el Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído” (C.I.C. Nº 86).

Ahora bien, aquí lo que nos interesa es el contenido bíblico por el que Dios revela de un modo directo a través de la Escritura, utilizando para ello el instrumento humano (hagiógrafos), el mensaje de salvación contenido en los primeros capítulos del Génesis. Y es este mensaje de salvación el que nos debe importar conocer y vivir en Cristo. Es por eso que, para poder acceder a esta gran verdad y que ella ejerza con eficacia la gracia y el poder divino en nuestras vidas, debemos creer fielmente que, “los libros inspirados enseñan la verdad. «Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra»” (C.I.C. Nº 107).

Por consiguiente, al interpretar la Sagrada Escritura la Iglesia Católica nos invita y pide a ver cuál es el mensaje de Dios para nuestra salvación; es aquí donde la plenitud de la verdad será hallada. Quien se acerque a la Biblia con otras intenciones (como los ateos y los sectarios), se enredará y se perderá en las difíciles y oscuras interpretaciones humanas.

Ahora bien, como en este trabajo lo que buscamos y lo que queremos saber es si se puede dar un acercamiento y, con ello, un ir de la mano y cooperación mutua entre fe y razón, teología y ciencia, las verdades bíblicas y las verdades de la naturaleza (siendo que ambas verdades proceden de la misma fuente: Dios), debemos indagar y escudriñar a profundidad en qué sentido hay que interpretar la Biblia para conocer cómo es y cuál es «la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra».

Para no errar en este proceso y acceder eficazmente a la verdad divina, lo primero que debemos tener muy en cuenta es que, “Dios ha inspirado a los autores humanos de los libros sagrados. «En la composición de los libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería” (C.I.C. Nº 106).

Es bien importante tener muy en cuenta y estar bien claro con el sentido de inspiración, pues no es lo mismo que posesión. Los demonios al poseer a una persona la obligan a hacer y decir cosas que ésta jamás hubiese querido realizar. Mientras que Dios al inspirar mueve a quien voluntaria y humildemente se deja guiar por Él. Luego Dios al inspirar a los autores humanos los deja en plena libertad para que consignen, al modo humano, la verdad que Él quiere revelar. Es por eso que, “para descubrir la intención de los autores sagrados es preciso tener en cuenta las condiciones de su tiempo y de su cultura, los «géneros literarios» usados en aquella época, las maneras de sentir, de hablar y de narrar en aquel tiempo. «Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios»” (C.I.C. Nº 110).

De aquí que, las contradicciones bíblicas de las que tanto aluden los ateos, siendo que son parte de la narrativa humana no afectan para nada la verdad que Dios ha querido revelar. Sólo quien se acerca a la Biblia con intención de contienda las llamadas contradicciones bíblicas que Dios ha permitido se den, serán para él una trampa que le impedirá ver la verdad de Dios que no quiere ver.

Ahora bien, para evitar errores al interpretar la Biblia con solamente el hagiógrafo (como de hecho está sucediendo hoy en día cuya consecuencia está llevando a muchos teólogos y exégetas a negar y rechazar todo o casi todo lo que suene a manifestaciones sobrenaturales y milagros) la santa madre Iglesia nos recomienda y advierte que, “dado que la Sagrada Escritura es inspirada, hay otro principio de la recta interpretación, no menos importante que el precedente, y sin el cual la Escritura sería letra muerta: «La Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita»” (C.I.C. Nº 111). Es así que, quienes estudian y conocen a profundidad la historia, el lenguaje y la cultura de la época en que se escribió cada uno de los libros que componen la Biblia, verán claramente y se darán cuenta de que la verdad bíblica se halla en ella de manera literal o histórico en muchísimos casos y bajo narraciones literarias diversas en otros. Y no es que Dios esté fingiendo o, más grave e inconcebible aun mintiendo en aquellos casos en que la narración suele interpretarse de modo literal como en Génesis 1-11, mientras que, actualmente es interpretado por muchos de modo simbólico o alegórico.

Para que lo entendamos mejor, hay quienes interpretan Génesis 1-11 totalmente literal (como es el caso de los Creacionistas de la Tierra joven). Muy bien, Dios pudo haber obrado creando el mundo en seis días. Él tiene el poder para así hacerlo. Pero de hecho y dejándonos llevar por el conocimiento de la época en que fue escrito, ¿tuvo que ser así? Yo creo que Génesis 1, más que una narración histórica de los orígenes es un poema o parábola cuya enseñanza es religiosa, no científica (pero creo y entiendo que posee un trasfondo histórico), pero que al ser interpretado a la luz del conocimiento actual, puede dar luz para entender, desde la fe, el proceso de creación y evolución de la materia y origen y evolución de la vida. En cuanto a la creación del ser humano y su caída en el pecado por instigación del Diablo, creo que esta narración sí tiene un trasfondo histórico.

Para evitar no caer en la trampa de ver a Gén. 1-11 como leyendas o mitos que pretenden explicar el origen del mundo al estilo de los pueblos paganos, y tampoco caer en el equívoco de interpretar estos capítulos desde una perspectiva puramente científica, debemos ver estas narraciones como parábolas al estilo y método de enseñanza del propio Jesucristo (Dios hecho hombre) que fue en parábolas. Para entender este concepto, que quiero desarrollar y argumentar aquí, debemos tener muy en cuenta que, “la fe cristiana no es una «religión del libro». El cristianismo es la religión de la «Palabra» de Dios, «no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo». Para que las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que Cristo, Palabra eterna del Dios vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia de las mismas” (C.I.C. Nº 108).

Y ¿qué son la parábolas? ¿cuál es su función? Según el diccionario la parábola es una “narración de un suceso fingido de la que se deduce una enseñanza”.

Lo interesante de las parábolas de Jesús es que, podemos inferir que gran parte de ellas tienen un trasfondo histórico, es decir, que han sido sacadas de las experiencias del diario vivir y cultura de la época. Y así, las parábolas que tienen que ver con la agricultura, la ganadería, la pesca, la administración y los negocios, las relaciones humanas... Con ellas, basadas en experiencias de la vida real, Cristo quiere llevar unas enseñanzas religiosas, de cómo vivir y hacer realidad el Reino de Dios en nuestra mente y en nuestro corazón.

Hay quienes creen que si se interpretan los capítulos 1-11 del Génesis de modo alegórico, la historia en ellos narradas al no ser real, es decir tal y como es narrado por el autor sagrado, sería una historia fingida y, por consiguiente, Dios provocó que muchísimas personas fuesen engañadas al interpretar literalmente tales narraciones.

Para evitar este enfoque debemos ver Génesis 1-11 desde una perspectiva de una pedagogía divina basada en el modo de enseñar de Jesucristo-Dios, por quien la verdad escondida en Dios desde la eternidad ha sido revelada (Efesios 3, 8-11). Cuando Jesucristo enseñaba en parábolas, él no pretendía que sus “historias” fuesen tomadas literalmente como historias reales acontecidas en la vida real (aunque construidas basadas en experiencias de la vida diaria), sino como enseñanzas de unas verdades muy profundas de fe por las que Dios estaba dando a conocer su plan de salvación, salvación que se va a realizar en la persona de Cristo. Esto no quitó que, por falta de formación e ignorancia, muchos en la Iglesia tomaran algunas de estas parábolas como verdades históricas como el caso de la parábola del Rico y Lázaro, en el que Lázaro es tomado por un personaje histórico. Por eso hay muchos que, de manera equivocada y en contra de la Iglesia, veneran a san Lázaro, el cual es representado con una muleta y unos perros lamiendo sus llagas como en la parábola. De esta manera y de modo análogo sucede cuando en Génesis 1-11 se interpreta de modo literal narraciones que, por su naturaleza, hay que interpretarlas según su genero literario.

Si interpretamos Génesis 1-11 desde la pedagogía de Jesucristo encontraremos un tesoro inagotable de verdades divinas con las que Dios nos quiere enseñar e iluminar.

De igual manera Génesis 1-11, desde esta misma pedagogía divina nos puede ayudar a interpretar y entender la realidad del mundo y las situaciones humanas. Y así, Génesis 1 nos puede ayudar a entender las verdades de la naturaleza y que la ciencia ha descubierto, y ello sin generar conflicto alguno (por lo menos entre los que creemos que Dios no solamente es el creador de todo cuanto existe, sino que también se vale del mecanismo de la Evolución para ir creando nuevas especies). Como se puede apreciar mi intención no es interpretar el libro del Génesis (y la Biblia en general) desde la ciencia (pues así se corre el riesgo de negar o poner en duda muchas verdades fundamentales de la fe cristiana), sino la ciencia desde el Génesis por el que Dios se nos revela de un modo natural por medio de su creación.

b. Fuente remota (La Creación): conocimiento racional de Dios (ver: Catecismo de la Iglesia Católica 31-38).

En la Naturaleza podemos apreciar una serie de procesos y acontecimientos regidos por unas leyes y, pudiéramos añadir, unas virtudes o fuerzas que la gobiernan y dirigen, a pesar de las enormes posibilidades de caos, hacia un orden y un fin.

Según los creyentes teístas estas leyes y virtudes fueron impuestas por el Creador; mientras que, para los evolucionistas naturalistas dichas leyes y fuerzas son de origen puramente natural, sin ninguna intervención sobrenatural, puesto que éste no existe.

Ahora bien, ¿será posible una reconciliación entre el creyente teísta y una evolución no naturalista? ¿Podemos los cristianos creer en la Teoría de la Evolución, tal y como la evidencia científica lo argumenta y presenta, sin poner en peligro nuestra fe en Dios y en las verdades de la Biblia? Esto es lo que, en las próximas líneas vamos a averiguar y argumentar.

Por fe creemos y según verdad bíblica que Dios creó todo cuanto existe dando el ser y la existencia a lo que antes no era ni existía. A esta creación Dios la dotó de unas leyes o fuerzas naturales por el que el universo se rige manteniendo un orden, y poder llegar al fin para el que fue creado. Por fe sabemos que dichas leyes requieren ser dirigidas no por el ciego azar o casualidad, sino por el gobierno y autoridad de su Creador. Es decir, lo que pretendo en este modelo evolutivo es eliminar lo que los evolucionistas naturalistas defienden como una verdad de fe humana incuestionable, o sea, el gobierno del azar y la casualidad por el gobierno de Dios por medio de las leyes y fuerzas de la naturaleza.

Para entender esto veamoslo desde esta analogía: Son como las leyes de un Estado, País o Nación para el recto gobierno y el bien común de la sociedad. La Cámara o el Senado, o cualquier forma de gobierno, establece unas leyes que los ciudadanos deben obedecer y cumplir para el perfecto orden y funcionamiento de la sociedad. Pero supongamos que los ciudadanos, por X o Y razón, no cumplen con las leyes establecidas. Para evitar esta posibilidad de anarquía el Estado se ve obligado a ejercer su poder para el cumplimiento de dichas leyes por medio de la creación de unas autoridades pertinentes. Y esto debido a que, aunque las leyes tienen poder por la autoridad del que la establece, por sí mismas no mueven a los individuos a cumplirlas si no es por una autoridad externa que vele y las haga cumplir.

Si esto sucede con seres racionales, conscientes de la importancia de la existencia de leyes y normas para una sana y recta convivencia social, conciencia que debería mover al cumplimiento de dichas leyes aun sin la existencia externa de una autoridad que las haga cumplir (es esta responsabilidad una parte a lo que nos llama el Evangelio de Jesucristo), cuánto más la materia muerta e inconsciente. Por eso, aunque Dios haya impuesto unas leyes o fuerzas en la naturaleza, ésta por ser una entidad muerta e inconsciente no podría valerse por sí misma en la aplicación de dichas fuerzas (es lo opuesto de lo que pretenden apoyar los naturalistas y materialistas cuando invocan y apelan al azar o la casualidad como mecanismos reguladores en el proceso de evolución); por eso los creyentes teístas (por lo menos en mi caso y otros que tengan más o menos mi misma cosmovisión) creemos que el proceso de evolución de la naturaleza (tanto de la materia como, sobre todo de la vida) está gobernada, regida y guiada por Dios no sólo desde el principio de la creación, sino en cada etapa del proceso evolutivo.

Las leyes y fuerzas de la naturaleza son las que mantienen un cierto equilibrio y orden llevando a la materia a desarrollarse hacia un fin. Pero, vuelvo y repito para enfatizar mi punto de vista, la naturaleza por sí misma, entiéndase por el puro y ciego e inconsciente azar o casualidad, le es imposible cumplir con tal propósito, por lo que, por fe creemos, la autoridad y el gobierno de Dios se hace imprescindible e indispensable, y aunque la naturaleza obra según esas leyes de tal manera natural, es decir, que científicamente no es posible percibir ni identificar tal intervención sobrenatural, por fe sabemos y estamos seguros que es así.

El científico ateo y materialista asegurará y se aferrará a la idea, a pesar de que aquí he argumentado en base a un acto de fe, que tal intervención es totalmente falsa por la imposibilidad de ser corroborado.

Este argumento de negación es gratuito puesto que, este acto de fe no pretende ser una verdad científica porque por su misma naturaleza no es un objeto que pertenezca al ámbito de la ciencia, sino de la filosofía; y es la filosofía la que ayuda a la teología, como ciencia sagrada y encargada de estudiar y verificar, con argumentos convergentes y convincentes, si tal acto de fe del gobierno de Dios en la naturaleza es o no es factible y hasta qué punto y en qué medida tal gobierno se da.

Creo que un análisis y reflexión profundo de los tres tópicos arriba presentados, son cruciales en la búsqueda, hallazgo e identificación de la verdad. («Pero más que la búsqueda de la verdad, es dejarse hallar por la Verdad»). Recomiendo al lector que los repace y estudie a profundidad.


Tercera parte: Modelos cosmológicos. Toca aquí para continuar leyendo.


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